La tribuna

Jorge Hernández Mollar

La foto de Londres

LA foto de Londres es un fuerte varapalo a la credibilidad de España y un síntoma grave de la debilidad que ha arrastrado a lo largo de esta legislatura el Gobierno de Rodríguez Zapatero en el contexto internacional y especialmente en el europeo.

La Unión Europea suele pasar factura a la falta de rigor y al incumplimiento de las normas y acuerdos comunitarios por parte de sus miembros; lo cierto y verdad es que España ha navegado en estos cuatro años a contracorriente de las políticas que la Unión ha fijado en campos especialmente sensibles para sus socios.

En materia energética, por ejemplo, no se han respetado las reglas de competencia y el Gobierno entró a saco en la opa de Gas Natural sobre Endesa; el Consejo, la Comisión y el Parlamento Europeo se han pronunciado en reiteradas ocasiones en contra de la regularización masiva de inmigrantes ilegales, no sentando nada bien en las instituciones comunitarias la adopción unilateral de una medida de esta naturaleza y en política exterior nuestra alineación con países como Cuba, Venezuela, Bolivia o Nicaragua no ha sido contemplada con simpatía ni por parte de la Unión Europea ni menos aún por EEUU, amén de la pérdida de liderazgo en la política euromediterránea favoreciendo notablemente con ello a Francia e Italia.

El resultado de todo esto ha sido que España no ha sido invitada a la Cumbre de Londres donde Francia, Alemania, el Reino Unido e Italia, junto con la Comisión Europea, han analizado las causas de la actual crisis económica, por lo que esa ausencia nos deja en el vagón de cola de la Unión Europea y lo que es peor aún, nos hace perder todo el terreno conquistado durante los gobiernos de Felipe González y José María Aznar.

Ningún Gobierno responsable puede quedarse inerme ante una situación crítica como la que está viviendo la economía española integrada e interrelacionada en el conjunto de las economías europeas y a la que, como a todas ellas, le afectan en este momento las graves alteraciones que está sufriendo la economía estadounidense como consecuencia del estallido de las hipotecas subprime.

El último escándalo de la Société Général en Francia ha encendido todas las alarmas sobre la transparencia y el control del sistema financiero europeo, como así ha quedado reflejado en las conclusiones de la cumbre. Resulta preocupante, por otra parte, que los millonarios beneficios que han obtenido algunas entidades financieras en estos últimos años han podido ser producto de una especulación incontrolada más que de una política rigurosa basada en la financiación de un tejido productivo sólido y competitivo.

El Gobierno que salga de las urnas, como bien dice Mariano Rajoy, debe acometer una serie de reformas para que se recupere la confianza en nuestra economía dentro y fuera de España y para "insuflar" dinero en los maltrechos bolsillos de los españoles. No creo que el procedimiento adecuado sea, al socaire de las promesas electorales, "regalarnos" 400 euros que ni los mismos proponentes tienen nada claro de dónde los van a sacar.

Esta propuesta, además de ser de corto alcance para la compleja recesión económica que parece que se nos viene encima, es jurídicamente imposible de aplicar sin la reforma fiscal oportuna, éticamente rechazable porque es un reparto desigual que no favorece a los sectores de la sociedad más necesitados y al final un incremento más del gasto público anunciado sin respaldo democrático alguno, como así se han pronunciado los propios sindicatos y partidos.

Lo razonable es proponer toda una serie de reformas fiscales para compensar el encarecimiento de las hipotecas y de la cesta de la compra, un mayor control del gasto y del déficit público, acometer reformas también en el mercado laboral para garantizar la estabilidad en el empleo, la formación y la competitividad de nuestros trabajadores, recuperar el poder adquisitivo de los salarios y que nuestro sistema financiero se implique más en el desarrollo de nuestro tejido productivo diversificando más la inversión para evitar el estrangulamiento que la actual crisis de la construcción está llevando a las economías domésticas. Si España hubiera estado en Londres algo de esto podría haber oído y alguna otra medida, que no fuera la de los 400 euros desde luego, podría haber aportado...

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