el prisma

Javier / Gómez

La foto y las formas

SE llama Juan Manuel Moreno Bonilla, Juanma para sus muchos y ahora multiplicados amigos. No Carlomagno. Y sin embargo la toma de posesión del político malagueño como secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad debió de parecerse bastante a la coronación del emperador en la Basílica de San Pedro. El poder y sus inseparables besamanos. Como ciudadano, pese a mi casi agotada capacidad para la sorpresa ante los actos de los políticos, me da cierto rubor contemplar la romería de cargos del PP que viajó a Madrid al acto, en plan beatificación anticipada, y sus comentarios en las redes sociales. No hay duda de que Moreno Bonilla cuenta con el cariño y amistad de muchos de sus compañeros de partido. Mucha gente variopinta, ajena a este mundillo cínico e hipócrita, me asegura que es un buen tipo -triste política en la que eso se ha convertido en el mérito supremo-. Pero los ujieres del Ministerio de Sanidad no debían de dar crédito ante la llegada de asistentes a su toma de posesión. La lista parece la de una boda. Acudieron la vicepresidenta del Congreso y exalcaldesa, Celia Villalobos; los alcaldes de Málaga, Antequera, Alhaurín de la Torre y Sevilla, Francisco de la Torre, Manuel Barón, Joaquín Villanova y Juan Ignacio Zoido; el presidente de la Diputación y del PP de Málaga, Elías Bendodo; sus vicepresidentes Francisco Oblaré y Ana Carmen Mata; la presidenta de la Mancomunidad de la Costa del Sol y diputada Margarita del Cid; su compañeros de escaño Carolina España y Ángel González; los senadores Joaquín Ramírez y Patricia Navarro; la parlamentaria autonómica Ana Corredera, los diputados provinciales Jesús Fortes, J. J. Bernal, Francisca Caracuel, Carlos Conde y Emilia Ana Jiménez, la concejal malagueña Mariví Romero, el exedil José Luis Ramos y hasta el gerente del Consorcio de Bomberos, Manuel Marmolejo. Sólo faltaron el Cautivo y la Esperanza. Como periodista, pregunto y me aseguran que todos esos cargos públicos pagaron el viaje, la mayoría en AVE, de su bolsillo. Me lo crea o no, algo chirría estrepitosamente en esa foto de familia, y son las apariencias. En estos tiempos duros que le ha tocado gestionar, el PP, con apenas dos semanas en el Gobierno, haría bien en cuidar las formas, en empezar a ser coherente con sus escasos mensajes lanzados en campaña y ponerse a la tarea. Eso incluye dar la cara -de momento Merkel ha hablado más que Rajoy, que ha desaparecido-, olvidarse de fiestas y recordar que este triunfo electoral es de prestado, más por el demérito de un rival dedicado a pegarse tiros en el pie que porque los españoles hayan tenido de repente una revelación azul.

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