Letra pequeña

Javier Navas

La fría línea del horizonte

JOSEF K. fue a ver al pintor Titorelli, un retratista de jueces al que cierta influencia no debía de faltarle, y K. necesitaba una recomendación. Guiado por niñas un tanto raricas -en esta historia no hay ni un personaje como Dios manda-, llega a su estudio. K. no sabe cómo explicarse pero Titorelli va al grano: usted está metido en un proceso, ¿verdad? Bien, olvide la absolución, es imposible; le recomiendo que busque el aplazamiento, basta esforzarse un poquito, aunque el esfuerzo no acaba jamás. Josef K. se fue, dejando al pintor con su cuadro y sus niñas, y a nosotros con la duda de si seguiría el consejo. Y si lo siguieron otros empapelados que nos quedan más cercanos.

Los imputados por la pperación Malaya no son héroes kafkianos. Primero porque en sus novelas Kafka no escribe sobre héroes sino sobre señores aburridísimos; y segundo porque no se llama héroe el que se paga el retiro estafando a otros. Sin embargo, Andrés Liétor, un embarrado en Malaya, considera que los consejos de Titorelli son útiles. Apuesta por el aplazamiento. Ad eternum. Sabemos que promovió una junta de los abogados defensores. Lo que no hacen Rajoy o Zapatero, lo hacen ellos. Sin jefe de Estado animándoles, la promesa de la cárcel para sus clientes es un acicate portentoso.

El aplazamiento era la única alternativa a una sentencia que se promete sombría (para ellos). En la primavera de 2011 hay elecciones municipales y Liétor piensa que prolongar el dictamen hasta después del jaleo les beneficiará: los jueces, razona, no se sentirán obligados a desollar a quienes juzgan, los periodistas volverán a los quiebros y las astas de Cristiano Ronaldo y el público en masa ya habrá votado a nuevos sinvergüenzas. En este sentido, los abogados, cuya función es remover Marbella con Santiago con tal de beneficiar a quienes defienden, siguen el camino más recto.

El más rectal, mejor dicho. Este aquelarre de letrados no es secreto ni pretendió serlo. Liétor da a entender que las sentencias de Malaya son políticas. Y de presas políticas ya hemos tenido bastante. Los jueces condenan o absuelven según la ley y las pruebas, le guste al político o no, haya elecciones en primavera o la semana de los seis jueves. De hecho, el tribunal ya ha decidido que en septiembre comienza el baile. Liétor no necesitaba reunir a la panda para una excursión hacia la inalcanzable línea del horizonte hasta que los delitos prescriban o que los fiscales se mueran de viejos. Pero con la reunión -mejor, con su anuncio- pregonan aquello tan exitoso de que la justicia es un cachondeo, cachonda al menos como la política. Y los jueces no permitirán que la programación de los juicios se desplace al horario infantil, para que la sala se les llene de niñas. Malaya no es una conjura y los acusados saben por qué los citan. Aquí, los políticos, como Titorelli: no pintan nada.

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