La esquina

josé / aguilar

O gano o me voy a casa

EL número uno de la candidatura independentista a las elecciones catalanas, Raül Romeva, es un hombre paradójico. Ganó su prestigio como uno de los eurodiputados más trabajadores e inundó de iniciativas el Parlamento Europeo durante muchos años, hasta que se cayó del caballo de la construcción de Europa para entregarse a la destrucción de uno de los estados que la integran (España).

Romeva siempre ha sido de izquierdas, emparentado con las ideas comunistas, que le llevaron a Estrasburgo en las filas de la Izquierda Unida de Cataluña, hasta que en marzo pasado las abandonó a causa de la retirada de este partido del bloque soberanista. Ahora reaparece en el escaparate de una lista ideada y promovida por Artur Mas, que no tiene nada de izquierdas y sí es, en cambio, el heredero de un proyecto político dedicado a esquilmar a Cataluña.

Más paradojas. Acepta asear la candidatura del nacionalismo rico con un barniz progresista como número uno a sabiendas de que si todo sale bien el presidente de la Generalitat no será él, sino el número cuatro (el mentado Mas). Vamos, que lo ponen al frente sólo para cosechar votos en los caladeros de la izquierda a fin de que gobierne la derecha que más ha empeorado las condiciones de vida de los votantes.

Esto no deja de ser una engañifa a los ciudadanos de Cataluña. Que se completa con otro trazo paradójico: acaba de anunciar que si la lista que teóricamente lidera y en la que materialmente hace de comparsa con tirón no logra la mayoría absoluta en las elecciones de septiembre, no ocupará su escaño en el Parlament. Dimitirá antes de tomar posesión. Es conmovedora su sinceridad al advertir a los electores que o le hacen ganar los comicios o se va a su casa. Un chantaje y una falta de respeto a aquellos cuyo voto demanda.

No hay nada nuevo en esta actitud prepotente y chulesca. Muchos candidatos electorales a todos los niveles, generalmente designados con pretensiones de mirlos blancos seguros de arrasar en las urnas, han salido corriendo en cuanto supieron que los votantes no los querían en el poder, sino en la oposición. O gano o me marcho, ha sido su lema, olvidadizos de que el respeto a la voluntad popular implica trabajar allí donde los ciudadanos lo coloquen a uno y por el tiempo establecido de antemano.

¿Qué clase de demócrata es alguien que amenaza al pueblo si no le da lo que reclama y suplica? Un demócrata paradójico.

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