Hace cosa de un par de meses paseaba yo por Murcia, tan tranquilo, y encontré una agencia de viajes que en su escaparate promocionaba una oferta especial: excursión a Málaga en autobús el 23 de septiembre, entradas para el concierto de Maluma y regreso en la misma noche por poco más de lo que vale media de ensaladilla rusa en Frutos. Es decir, como una peregrinación a Fátima pero bastante menos piadosa. Leo ahora que las localidades se han agotado y que el figura saldrá a escena con el Auditorio Municipal a reventar, lo que por otra parte era previsible, igual que en las otras siete ciudades que integran su gira española. Me meto en wikipedia a ver qué se dice por ahí del zagal y resulta que toda aquella polémica por el machismo que destilaban su canciones se ha vuelto a su favor: poco después de que algunos consideraran inaceptable que un canijo fuera por ahí diciendo cuál de las cuatro babys que se cepilla le pone más cachondo, ahora resulta que Juan Luis Londoño, que así se llama el colombiano, y no valen chistes fáciles, es un compositor respetado, un emblema de la música latina, un artista invitado con honores al Festival de Viña del Mar, un profeta de no sé qué rollo subcultural que ha llegado a lo más alto, además de hijo ejemplar, hermano del alma, defensor ultrasensible de la comunidad LGTB y seguro que yerno estupendo. De momento, el chico sigue haciendo videoclips en los que se dirige a señoritas semidesnudas como si las susodichas tuvieran las neuronas justas para no hacérselo encima, pero supongo que éste es el tipo de público que busca una industria discográfica capaz de hundir su propio negocio y, al mismo tiempo, de encontrar hueco y respeto para semejante producto. Algún estribillo, no crean, me hace gracia: eso de "Y si con otro pasas el rato / vamos a ser felices los cuatro" me recuerda a aquello otro de "Una de dos / o me llevo a esa mujer / o entre los tres nos organizamos / si puede ser" de Aute. Que aquí de machismo hemos pecado unos cuantos. Seguramente, el éxito de Maluma es el fracaso de los padres y abuelos de quienes van a ir a desgañitarse al concierto de marras con tal de averiguar quién es la más zorra de la fiesta. Una cosa, sin embargo, es la aceptación popular y otra la entronización papal. Pero el prestigio también vende descargas.

No hace mucho vi en televisión una entrevista a Miguel Costas, el ex de Siniestro Total, y se lamentaba de que hoy día sería imposible hacer una canción como Más vale ser punkie que maricón de playa, lo que achacaba al triunfo de cierta censura encubierta. Yo, la verdad, no lo tengo tan claro. Es decir, es evidente que la industria cultural, con sus maneras fascistas, promueve siempre una determinada censura, pero lo hace por lo general en una dirección determinada. Así que lo de poder decir o no tal burrada depende del objetivo que elijas. Por más que cierta parroquia neandertal insista en utilizar términos como feminazis, lo cierto es que denigrar a las mujeres sale todavía bastante barato. Y si encima te solidarizas con los perritos abandonados o afirmas que los gays tienen derecho a ser todo lo machistas que quieran, que para eso han venido al mundo, ya te has llevado el gato al agua. Todo esto viene a cuento porque mi utopía es muy concreta: un auditorio vacío para Maluma en Málaga. Me la comeré con papas, ya lo sé. Como siempre. Si es que no aprendo, maldita sea.

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