el prisma

Javier / Gómez /

Los guardianes del vertedero

HUBO un tiempo, no demasiado lejano aunque ahora parezca que fue hace una eternidad, en que los medios de comunicación en general, y los periódicos en particular, no sólo cumplíamos una función por lo que contábamos, sino también por lo que no publicábamos. Éramos guardianes del interés público, algo muy, muy distinto, del interés del público. Pero en esas llegó internet y después la imparable ola de las redes sociales, y afortunadamente perdimos el monopolio de la información. Ahora cualquier ciudadano con un teléfono móvil puede contar una noticia. O lo que cree que es noticia.

Vivimos en plena orgía de la información, algo que tiene innegables ventajas democráticas, como las revueltas islámicas, pero después de una bacanal siempre llega la resaca. Cualquier indocumentado puede escribir un disparate, insultar, injuriar o mentir, darle a un botón para lanzarlo para siempre al mar de la red, y después pretender acogerse a la libertad de expresión o esconderse bajo un cobarde anonimato. En la mayoría de los casos no hace falta que el autor de la estupidez la difunda. Ya estamos ahí los medios para poner el ventilador. Lo hacemos cada día, especialmente en campaña, con las tonterías que a menudo salen de la boca de nuestros políticos.

Como internet permite saber con precisión cuánta gente lee algo, como Twitter nos informa con sus trending topics de cuáles son los temas y personajes que más interesan en cada lugar del mundo, podemos afirmar con certeza que cuanto mayor sea la barbaridad publicada o el bulo inventado, mayores serán la audiencia y el beneficio. Es el lema fundacional de la telebasura, ese negocio visionario.

Hace unos años habría sido inaudito leer en la prensa que un personaje como Belén Esteban presentaba una colección de zapatos en Málaga. En este periódico decidimos no publicar ni una línea ni una foto, nada de nada, y todavía me pregunto si nos equivocamos. Durante días, la visita de la princesa del pueblo fue la no-noticia más leída en las webs de la competencia. Siempre habrá quien publique lo que desechas. Los rastreadores de porquería llenamos los vertederos informativos, lo compramos todo y, lo que es peor, todo se vende.

Eso ha convertido en triunfador global a otro antihéroe, Mourinho, máster del Universo en manipular a los medios de comunicación para convertirlos en su jugador número doce. Quiero creer que hace no demasiado tiempo no lo habría tenido tan fácil para ver sus palabras reproducidas, repetidas y amplificadas, día sí y día también. Pero admito que puede que en ese caso también me equivoque.

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