EL ESPONTÁNEO

Juan Cachón Sánchez

El guiño

LA única vez que se me ocurrió guiñar, fue en la primera comunión de mi primo Marianito que iba vestido de almirante y recibí tal clase de pescozón que duró hasta que me tallaron para hacer la mili. Me gustan los guiños así como me gustan los buñuelos de viento, las bisectrices de los ángulos, las tangentes, las cotangentes, los glúteos de mi prima Angelines, los miércoles de ceniza, el repicar de campanas, hablar en euskera en una radio clandestina que tienen unos amigos ocupas que residen en Barakaldo, el guiño del viento que hace al bosque cuando ulula y el bosque le responde con la elegancia de la clorofila, el guiño de aquella novia quechua que se doctoró en filología hispana y presumía de conocer a los hombres por la forma de guiñar la ceja izquierda. Hizo un estudio filológico y antropomórfico de las cejas, años más tarde publicó Los guiños y las formas de conquistar en 5 nanosegundos. La universidad de Berkeley en California, que es pionera en todo tipo de estudios (casi le faltó el canto de un duro para hacer uno sobre el descubrimiento de América) ya sea de bichos, de cráneos, batracios, genomas y de estudios sociológicos, ha indagado sobre el tipo de cejas en los grandes hombres.

Napoleón y Beethoven tenían las cejas en forma de una cordillera, a Napoleón se le fueron deformando a medida que se agudizaba su manía de colocar la mano en la casaca de emperador y a Beethoven con la sordera. La letra ñ es la n con ceja.

La Universidad de Cotinga ha publicado un estudio sobre Las cejas y el guiño, la introducción en alemán, el resto en catalán. Se ha hecho una edición numerada y repujada en cuero por el artista catalán Jaume Plensa que declara que se está obsesionando con la verdad, dichos ejemplares se hallan sólo a disposición de los miembros de la Conferencia Episcopal y el número uno para el Nuncio de su Santidad en España.

El otro día un amigo paleontólogo me mandó un e-mail que ponía por el guiño hacia Dios. Durante bastantes años estuve obsesionado con la duda de que si el pubis de mi tía Evangelina era cóncavo o convexo hasta que me hizo un guiño circunflejo y se disipó como por ensalmo. En aquella época al vivir en un pueblo de la provincia de Soria al estudiar historia del arte en el instituto, Las Tres Gracias de Rubens, la Venus del Espejo de Velázquez sólo nos las enseñaban en láminas por cuestiones de recato, en color sólo las cuevas de Altamira. Cuando viajé de mayor a N.Y. se me doblaron las cejas, tanto la izquierda como la derecha al ver el Gernika de Picasso y una colección de Pollock, Chirico, Cézanne, Mondrian, Balthus, Hopper, Malevich y Rocthko... así casi hasta el infinito. En cuestión de segundos se me produjo un flashback y recordé aquella vieja frase del viejo profesor de filosofía del instituto, republicano, liberal y cojo, que nos escribió en la pizarra una frase con letra caligráfica "el que ve mal siempre ve algo de menos y el que oye mal siempre oye algo de más".

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