La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El hipócrita escándalo Weinstein

Donde hay dinero, fama y poder hay también quienes abusan o quienes están dispuestos a prostituirse

El escándalo Weinstein que sacude Hollywood y recogen todos los medios del mundo es una prueba más de la plaga de estupidez global y desmemoria. ¿Quién ignora que donde hay dinero, fama y poder hay también quienes abusan de ellos o quienes voluntariamente están dispuestos a someterse para lograr lo que desean? Unos son víctimas y otros se prostituyen. ¿Y quién ignora que el abuso sexual forma parte de la historia, no solo de Hollywood, sino de todo lugar donde haya poder que imponer, abusos que cometer o ganancias que obtener al precio que sea? ¿Nadie ha oído hablar del relación entre las estrellas del cine y las flappers?¿O entre las estrellas del rock y las groupies?¿Nadie ha oído hablar de los alcahuetes que suben a las admiradoras -unas dispuestas a todo; otras no, pero a veces forzadas- a los camerinos de los cantantes hasta de tres al cuarto? Y esto no se limita al mundo de la farándula. La historia de la literatura está llena de relaciones turbias basadas en el dominio y el poder, actuando unas veces de dominador o extorsionador el seductor -chapero o prostituta más o menos encubiertos- y otras el famoso o la famosa. Arthur Vanderbilt ha escrito un libro fascinante y escandaloso sobre el irresistiblemente atractivo Denhan Fouts, amante de reyes, artistas y escritores del que Truman Capote dijo: "Si se hubiera acostado con Hitler habría salvado al mundo de la Segunda Guerra Mundial".

En cuanto Hollywood, ¿de qué escandalizarse? Desde el primer escándalo -la vida de la actriz Olive Thomas y su muerte en 1920- hasta el que le costó la carrera -y a la larga la vida- a Roscoe Fatty Arbuckle en 1921, la estrella mejor pagada de Paramount, después de que una aspirante a actriz de oscuro pasado muriera durante una orgía y los periódicos de W. R. Hearst se cebaran con él. Fue una de las causas de que se creara la Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de América y se pusiera al frente de ella al abogado Will Hays, autor del famoso código de autocensura, que incluía también una cierta vigilancia sobre la vida privada de las estrellas, siempre amenazadas por la prensa sensacionalista y especialmente por las todopoderosas columnistas viperinas Edda Hooper y Louella Parsons. Por algo Kenneth Anger llamó a su escandaloso best-seller, antología de chismes y escándalos, Hollywood Babilonia. Lo de Weinstein es sólo un episodio más.

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