El hombre con barba

Decidí que necesitaba un descanso y me senté a ver si unas gambas y un Rueda me aclaraban las ideas

La semana pasada llegó a mi despacho un cliente con aspecto desesperado. De mediana edad, con un aire culto, acomodado, pero no demasiado, bien vestido, aunque no ostentoso. Alguien a quien las cosas no le van ni demasiado bien ni demasiado mal, pero con pinta de poder preocuparse por algo más allá de su hándicap de golf o esa zona donde ya no se peina tanto pelo. "Me han dicho que es usted un buen sabueso, de los que no ponen pegas y no hacen preguntas", me dijo, sin siquiera desabrocharse la americana. "Bueno, a veces pregunto la hora, pero muy de vez en cuando". El tipo no estaba de humor, y todo apuntaba a que tenía razones de sobra para no estarlo. Así que me dejé de bromas y le invité a que me hablara de su problema. "Necesito averiguar todo lo posible sobre una persona. Ha aparecido de repente, nadie sabe bien de dónde, ni cómo, y lo han puesto al frente de todo. No sabemos nada de él, y queremos cerciorarnos en manos de quién estamos. Ya nos la han colado otras veces". "Entiendo. Veré que puedo hacer. ¿Cómo se llama su amigo? " "Daniel Pérez." "¿Qué más me puede decir de él?" "Poca cosa. Tiene barba".

Como incentivo, me dejó un billete de los de la época del ladrillo, para mis gastos. Así que en cuanto salió de mi despacho, me puse a sacarle humo a la tarifa del teléfono. Llamé a tanta gente que conseguí levantar sospechas por toda la ciudad, pero sin ningún éxito. "¿Te suena de algo un tal Dani Pérez?" "¿El del Canto del Loco?", de ahí no salía. Nadie parecía conocerlo, o al menos nadie quería hablar de él. Empezó a mosquearme el asunto. Esta es una ciudad pequeña, y es casi imposible que nadie te conozca, ni haya escuchado hablar de ti. Me tiré a la calle, y me dirigí directamente al QSP, el garito de Jesús, un viejo amigo, y un superviviente. Tiene solo una oreja, pero no se mueve nada en esta ciudad sin que llegue a sus oídos. "Viejo, ¿has oído hablar de Dani Pérez? Un tipo con barba." "¿El del Canto del Loco?" Empezaba a desesperar. Decidí que necesitaba un descanso, y me senté en la terraza del Juanito, a ver si unas gambas y un Rueda me aclaraban un poco las ideas. A los pocos minutos se me acercó un chico joven, con aspecto ausente y perdido. "Caballero, permita que le hable de mi proyecto para la ciudad". Iba a mandarlo a la mierda, cuando me fijé que tenía barba.

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