UNA protesta espontánea por una multa a un taxista en la estación de Renfe en Málaga ha servido de detonante para poner en pie de guerra al colectivo en la capital. El balance de esta algarada, diez horas sin servicio público en la ciudad y sin previo aviso para los usuarios, una vez más los verdaderos perjudicados por este conflicto entre los taxistas y la Policía Local o, en su defecto el Ayuntamiento. Lo primero que hay que censurar es la respuesta desproporcionada del sector con este paro encubierto y condicionado a recibir una respuesta satisfactoria a sus demandas. Aunque en el fondo los taxistas malagueños pueden llevar razón en sus reclamaciones y están en su derecho a tomar medidas de presión para reivindicarlas, la fórmula no puede parar los motores de los vehículos para forzar la negociación. Sólo la proximidad de unas elecciones y el temor del equipo de gobierno del PP a la repercusión de esta polémica forzó ayer ese principio de acuerdo sin que quede claro cuál es el fondo del problema. Tampoco ayudó la actitud de la candidata socialista a la Alcaldía, María Gámez, que de prisa y corriendo decidió personarse en el lugar de la concentración del taxi para mostrar su comprensión con unos conductores que estaba dejando sin este servicio esencial a unos desprevenidos ciudadanos. Los taxistas se quejan de que la Policía Local les ametralla a multas, en especial con el vehículo anti doble fila. Denuncian intrusismo en espacios como la propia estación de ferrocarril y la ocupación ilegal de sus espacios reservados. El apresurado pacto prevé repasar las sanciones dudosas y reforzar con la presencia policial en determinados horarios en las paradas turísticas, así como el compromiso de que los agentes recibirán clases de la ley del transporte para que sepan aplicarla, algo que deja en evidencia la labor de la propia Policía Local. Un acuerdo que sólo busca salir del paso ante la enconada situación pero no deja resuelto el conflicto. Además, el Ayuntamiento debe abrir una investigación y aclarar si son ciertas las versiones de algunos taxistas que aseguran que un agente llegó a esgrimir el jueves su arma reglamentaria.

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