De huertos y bibliotecas

Quien goza de la lectura jamás se aburre, nunca se siente solo. Ante él se abre un mundo, el mundo, todo el mundo

Aunque hayan pasado unas fechas del Día del Libro, vuelvo al tema con la justificación de que el objetivo de tal celebración es hacer presente al libro y la lectura, no solamente un día, sino el resto del año. La costumbre de origen catalán de regalar ese día un libro y una rosa me hace recordar la conocida frase de Marco Tulio Cicerón: "Si tienes un biblioteca junto a un huerto nada necesitas".

Los que amamos los libros y la lectura estamos totalmente de acuerdo y nos vemos reflejados en esa frase que resume nuestras ambiciones. Libros y naturaleza, para qué más. Todo lector y bibliófilo aspira a tener un espacio para sus libros y un ambiente tranquilo para disfrutar de ellos. Es su mundo, el mundo concebido como una biblioteca en palabras de Borges. Y junto a los libros, la naturaleza expresada en un huerto. La palabra jardín, de origen francés, es relativamente reciente; en la antigüedad y en la Edad Media se utilizaba la palabra huerto para todo recinto cerrado dedicado a cultivos y cuando era exclusivamente ornamental se decía un huerto de flores.

El lector parte con ventaja en situaciones de aislamiento y soledad. Quien goza de la lectura jamás se aburre, nunca se siente solo. Ante él se abre un mundo, el mundo, todo el mundo. Puede escoger tema, elegir autor, formarse, estudiar o entretenerse simplemente. El libro es ese amigo silencioso que siempre está ahí, esperando que le necesitemos, sin exigirnos nada a cambio. No precisa de mantenimiento ni contamina ni consume energía. El acto de leer tampoco eleva ni siquiera un decibelio esa lacra que a veces pasa desapercibida y que tanto daño hace como es la contaminación acústica.

Libros y naturaleza, como refleja Quevedo en su soneto, "retirado en la paz de los desiertos, con pocos pero doctos libros juntos". Vida retirada y feliz al estilo horaciano, alejada de cosas mundanas. Muchos firmaríamos el retiro de Montaigne, solo que nos faltan la torre, los viñedos y los medios necesarios para seguir viviendo. Pero ni así. Allí fueron a buscarle para nombrarle alcalde de Burdeos y alejarle de ese mundo que él se había creado, integrado por una torre llena de libros y un campo de viñedos, del que no necesitaba salir. Aunque solo sea de forma simbólica, lectura y naturaleza, pueden quedar reflejadas en las manos de un lector sosteniendo y leyendo un libro y a su lado un jarrón con flores.

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