Las ideas

Para Mas, como para cualquier nacionalista, el hombre es un producto de la tierra (como las alcachofas que ponderaba Pla)

El señor Mas, en plena exultación patriótica, ha dicho que en España se persiguen las ideas, razón por la cual debemos salirle al paso, recordándole que miente. Pero no sólo porque en España las ideas carezcan de prestigio alguno, y por tanto de cualquier interés, siquiera judicial; sino porque el señor Mas, en su ya prolongada ejecutoria política, jamás ha dado muestras de poseer idea de ninguna especie, siendo lo cierto que su talento ha consistido, mayormente, en lo contrario. El talento del señor Mas, un talento que podríamos definir como obstinado, nebuloso y proliferante, el talento y la pericia del señor Mas, repito, ha sido éste de convertir en sentimentalismo cualquier atisbo de razón, y de orillar la razón en beneficio de la cursilería, el sectarismo y la pertinacia. Una pertinacia, como sabemos, orientada a cimentar el martirologio nacionalista. Pero también un martirologio cuyo fin es la evaporación del juicio y de la crítica.

De modo que el señor Mas miente. Pero no por una maldad ingénita que le lleve a embaucar a sus administrados; sino porque el señor Mas, como buen nacionalista, tiene alma de poeta (de poeta nacionalista, para ser exactos). Y ahí está el problema. Si el XVIII de Beccaria fue capaz de extraer el derecho penal del ámbito eclesiástico, haciendo distinción del pecado y el delito, el XVIII de Herder y el XIX de Hegel confundirán la salvación, la salvación como pueblo, como raza, como lengua, etcétera, con el derecho administrativo. Es decir, que el siglo romántico volvió a entremeter la religión allí donde la había expulsado la Encyclopédie, con los resultados que conocemos. Una religión, en este caso ("la tierra y los muertos" de Maurras), que no fiaba su éxito a la trompetería celeste, sino al vapor cálido y bovino que exhala el terruño, y que reclama su intervención, su primacía, en la libertad del hombre. Para Mas, como para cualquier nacionalista, el hombre es un producto de la tierra (como las alcachofas que ponderaba Pla), y por lo tanto sujeto a las mismas leyes: la biología, la geología y un vago antropologismo decimonono. Atribuirles más libertades sería reconocer que el hombre no es mero hijo del paisaje. Y en consecuencia, no lo hacen.

De ahí que Mas, como decíamos más arriba, no haya tenido nunca una idea, ni falta que le hace. Las ideas comienzan, precisamente, más allá de ese umbral biológico en el que su política se mueve. En rigor, más que una política, lo que hace don Artur es una tectónica de placas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios