La mar de historias

Juan Carlos / cilveti / puche

El ilustrador de barcos

EL 2 de agosto de 2005, bajo el título El Barco de mi padre, escribí en esta misma columna la historia del Castillo Olmedo, un buque cablero que durante algo más de dos décadas mantuvo una muy estrecha relación con Málaga. Favorecido sin duda por el destino, aquel mismo día se cumplía el 81 cumpleaños de mi padre, y mi texto, cargado como nunca de emociones, fue un particular homenaje y una nada habitual felicitación a un hombre que pasó 15 años de su vida embarcado en este buque.

Hace unos días, Roberto Hernández, un marino en activo que además de navegar, pinta barcos, permítanme la expresión, como los ángeles, me remitía una acuarela en la que el Castillo Olmedo se veía saliendo del puerto malacitano. Impactado aún con la imagen y con la pena de que mi padre, fallecido en 2011, no haya podido disfrutar de esta obra, creo interesante hablarles de este artista; un apasionado de la mar y los barcos que desde su estudio en Vigo mantiene una muy especial vinculación con los muelles malagueños.

Autodenominado como el ilustrador de barcos, así podrán encontrarlo en la red de redes, Roberto, un especialista en el difícil arte de pintar buques, en su ya extensa obra, ha reflejado en más de una docena de ocasiones escenas marítimas en las que el puerto de Málaga sirve como escenario de sus muy cuidados y magistrales temas.

Colaborador desinteresado de los más insignes investigadores marítimos nacionales e internacionales, y siempre dispuesto a implicarse en historias relacionadas con la flota mercante española, su verdadera pasión, Roberto Hernández, navega entre la élite de los mejores pintores de barcos; una relevante circunstancia en la que Málaga y su puerto ya están presentes.

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