LA participación del consejero de Cultura, Paulino Plata, en el Foro Joly Andalucía celebrado la semana pasada en Málaga dejó un momento de singular sorpresa cuando el invitado admitió que la programación de Canal Sur le parecía "muy mejorable" y lamentó que la misma ofrece a veces una imagen de Andalucía "contraria a la deseable". En esta valoración coincidimos Plata y un servidor. No hace falta acudir a los concursos de copla ni a los programas de humor chusco: cada vez que algún informativo o espacio al uso se empeña en difundir la imagen de Andalucía como adalid de la innovación queda un regusto de territorio prerrepublicano, de espalda partida y secano infernal, donde la segunda modernización ha logrado a estas alturas que casi todo el mundo tenga un teléfono móvil. Por si fuera poco, además de Canal Sur, faltaba el anuncio de una conocida marca de cerveza que se regodea en echarle leña al fuego del tópico más doloroso, pero con mucha gente mona brindando por lo bien que se vive aquí. Claro, alguna vez que otra me ha dado por ver TV3 y tampoco los catalanes salen allí muy bien parados. Imagino que, en el fondo, toda la historia de la peineta, la grasia, el atraso endémico y el ocio menos estimulante son rentables y se traducen en beneficios netos. El mismo Plata reconocía la influencia de la "dictadura de las audiencias", pero habría que indagar un poco más en el asunto. La imagen pública que Andalucía exhibe ante los suyos de pobrecita ilusionada con subirse a un tablao, ajena a cualquier promesa de ilustración, se traduce, cuanto menos, en una exención de responsabilidades, y también, intuyo, en saldos positivos para algunas arcas. Siempre, claro, se puede inaugurar un centro de alto rendimiento para el turismo en Marbella con el fin de silenciar la evidencia de que el talento andaluz rinde a partir de 500 kilómetros de aquí. Ya sólo cabe creer en la imagen que cada uno brinde de sí mismo. A Andalucía, que la vista Pedro.