La impotencia de Europa

Estamos volviendo al escenario que había antes de la Guerra Civil española y de la II Guerra Mundial

El conflicto de Cataluña forma parte de otro más grave, que es la impotencia de Europa. Estamos volviendo al escenario de hace un siglo, a lo que había antes de la Guerra Civil española (en clave interna) y antes de la II Guerra Mundial (en clave europea). Vivimos en unos tiempos en los que casi todo se reduce a la economía y los intereses, como se ha visto en la cumbre europea de Tallin. Los políticos no entienden que este es un problema ideológico. Han perdido las ideas que inspiraron la Europa democrática. Sólo quedan los restos del naufragio. La sociedad se polariza por el odio de clases. Así engordaron, hace un siglo, los fascismos (por la extrema derecha) y el comunismo (por la extrema izquierda).

La voluntad de unir a los países democráticos de Europa se plasmó tras la II Guerra Mundial, la más devastadora que se ha conocido hasta el momento. Para formar la Europa política pactaron el humanismo cristiano (la Democracia Cristiana) y el socialismo democrático (la Social Democracia), junto a los liberales, que eran minoritarios y aportaban estabilidad. Ese fue el sistema que permitió la reconversión de Alemania occidental después del nazismo. Personajes de ideas claras, como Konrad Adenauer y Willy Brandt, fueron decisivos. Con matices, según el país (como los conservadores y laboristas británicos), se implantó en la Europa democrática.

También estuvo en el origen de la Transición a la democracia española. La UCD de Adolfo Suárez intentó aglutinar a demócratas cristianos, liberales y socialdemócratas. Después se desperdigaron, pero se reintegraron en el PSOE de Felipe y el PP de Aznar, que inicialmente respondían a esas ideas. En Cataluña, la CiU de Pujol y Duran Lleida se basaba también en eso, hasta que se la cargaron Artur Mas y la corrupción.

Ahora la Europa rica se abre hacia los movimientos de extrema derecha, y la Europa pobre hacia los movimientos de extrema izquierda. Los partidos tradicionales copian al populismo. Los territorios se rompen. O huyen, como el Reino Unido con el Brexit. Se ha ampliado Europa a países del Este con dudosa calidad democrática, y hasta se habla de integrar a Turquía, que puede ser amigo, pero no socio. A esto se añaden las segundas y terceras generaciones europeas de otras culturas que son intolerantes.

Europa se rompe por un motivo simple: ya no se basa en las ideas, en aquel pacto del humanismo cristiano y la socialdemocracia para la solidaridad y la libertad.

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