EL ZOCO

Juan López Cohard / Jlcohard@malagahoy.es

El jardinero

EN el acervo cultural e histórico sefardí, aquellos judíos que fueron expulsados de España (Sefharad) por los Reyes Católicos, existe un precioso relato que conocí hace años a través de un gran amigo israelí. No es otra cosa que la historia de una familia sefardita, en la que conviven tres generaciones, que deciden trasladarse desde Estados Unidos, donde vivían, al recién creado Estado de Israel, allá por los años cuarenta del pasado siglo. Durante la travesía, la nona (abuela) Suzana distrae a su inyeto (nieto) Lior contándole las visisitudines de la famiya, esto es, las vicisitudes de su familia desde que sus antepasados hubieron de abandonar Toledo.

Suzana, con la mirada perdida en los confines del Atlántico, como escrutando los siglos pasados, va relatando parsimoniosamente cómo la familia se asentó en diversos lugares de Europa y norte de África hasta que acabaron estableciéndose en la ciudad de Boston, desde donde habían partido para asentarse definitivamente en su anhelado Yerushaláyim (Jerusalén). La narración que, conforme avanza, subyuga más a Lior, va argumentándose inmersa en numerosas y detalladas referencias de nacimientos y muertes, de bodas y separaciones, de paz y de guerras y espantos, de momentos felices y épocas de sufrimientos, de persecuciones y torturas, del amor a Dios y la nostalgia de la tierra prometida.

Finalizando el largo viaje, con la ansiada costa palestina insinuándose en el horizonte, la nona pone fin a su relato revelando a su inyeto cuál es el gran tesoro que mantiene unido al pueblo sefardí: un tesoro -le dice- que se ha de preservar y cuidar para que nunca se pierda, un tesoro que siempre guardaron los sefarditas como una cosa preciosa que les ha unido durante siglos. Esa cosa tan valiosa, ese inestimable tesoro es su idioma, el idioma que llevaron consigo desde Sefharad: "Lo ke les auna es la lingua -el ladino- ke el djudió sefardi se yevó kon si de la Espanya i konservó komo una koza presioza en su odisea alderredor del Mediterráneo, asta su aliyá a Israel".

Ese precioso tesoro sefardí, el ladino, cuya esencia procede de las más profundas raíces del idioma español, no es sino una primorosa rosa de ese maravilloso rosal que nació en España y floreció por todo el mundo. Un rosal que hay que preservar y proteger, mimar y acariciar con ternura y devoción, un rosal que se ha de regar todos los días del año para que no se marchite.

Manuel, frente a la bahía, contemplando el incesante coqueteo de las olas, engalanadas con gráciles e inquietas diademas de espuma, no es sino el jardinero que día a día riega el maravilloso rosal, con la esquiva tinta de su vieja Olivetti, manteniéndolo fresco y lozano, ofreciéndonos cada mañana un pétalo sonriente que emana aromas de ingenio, humor y poesía. Un pétalo nacido de la más hermosa rosa que dio el rosal: el castellano.

Ese jardinero, don Manuel Alcántara, celebró el jueves pasado su 80 cumpleaños sin haber dejado de regalarnos, como cada día, su pétalo de rosa. Que sea por mucho tiempo para que Málaga siempre esté impregnada de su aroma. Felicidades, Manuel.

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