Visiones desde el Sur

El laberinto

¿Es el dinero el único dios sobre la tierra y por tanto, la reconciliación no es posible y la guerra necesaria?

Cuando hace tres años entré en el Museo Judío de Berlín se me pusieron los vellos como escarpias. Nunca he entrado en un edificio que me haya generado más sensación de inestabilidad, de pérdida de identidad. Pasillos negros muy largos e inclinados, escaleras que acaban en una pared tapiada, inexistencia de ángulos rectos, habitaciones brunas, de altísimas paredes de hormigón, en donde sólo caben tu soledad e insignificancia como ser humano.

Por todos lados el espanto del holocausto, el dolor de la vida cuando no es vida, la insignificancia de lo que somos cuando el horror y la avaricia sin freno son las que gobiernan.

Todo el sufrimiento del pueblo judío en la piel, en los pelos que se me erizan, en el talante que se me agria… como si llevara cosida a la manga de mi camisa esa estrella de seis puntas, amarilla, que observo en una vitrina, donde reza: Jude.

Seis millones de judíos muertos: gaseados, tiroteados, su grasa utilizada como jabón, sus cuerpos utilizados para el avance de la ciencia médica, su cosedad.

Solo he padecido una sensación similar, tan apabullante, tan atronadora a pesar del silencio que se respira en el recinto, cuando visité el campo de concentración de Terezín, en Chequia, a unos sesenta kilómetros de Praga.

Y traigo a colación estos ejemplos -podría poner muchos más- porque si uno escucha las noticias de acá y de allá, el mal existente en la condición humana siempre prevalece sobre el bien, y solo por una maldita razón, la conquista del poder y la insaciabilidad de los que cosechan dinero aunque en ese afán recaudatorio mueran millones de personas -de inanición, atenazados en bolsas de miseria y rodeados de la destrucción que producen aviones militares, morteros, bombas, y todo el repertorio guerrero que produce la industria armamentística, una de las más boyantes del mundo-.

¡Qué laberinto el de los dioses!, ¿verdad? ¿O es el dinero el único dios sobre la tierra y por tanto, la reconciliación no es posible y la guerra necesaria? ¿De qué barro -moldeable al gusto de los oráculos de cada época- están conformados los dioses todos?

¡Qué pena de la ciudadanía! Siempre utilizada por los que con mano inmisericorde y negra mueven los hilos de esta obra teatral que solo puede terminar con la destrucción del planeta y la extinción de la raza humana. ¡Qué pena!

Es necesario recordar. Ayer visualicé nuevamente El huevo de la serpiente de Ingmar Bergman. Y nada ha cambiado en el mundo. Nada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios