crónica personal

Pilar Cernuda

La leal oposición

LA leal oposición, la oposición responsablemente distinta a la que hizo el PP, como gusta decir a Rubalcaba, tiene un grave problema: pasará bastante tiempo hasta que se olvide el efecto del Gobierno de Zapatero.

Días atrás el nuevo Ejecutivo anunció un ajuste de recortes que nos ha dejado a todos temblando porque significan que sin ningún género de dudas las vamos a pasar aún más negras, y además han creado el lógico malestar entre quienes creyeron a Rajoy cuando decía que de ninguna manera iba a subir los impuestos porque afectaban negativamente al consumo y por tanto al empleo; pero el ajuste vino obligado por los datos que conoció el equipo del PP cuando accedió al Gobierno, que no se correspondían con los que había facilitado el PSOE. Por tanto, son millones los ciudadanos que pueden sentirse molestos con el nuevo Gobierno por apretarles aún más en su economía doméstica, pero los que no están moralmente autorizados a lanzar dardos contra los ministros de Rajoy o contra el propio Rajoy son los responsables de que España esté sufriendo la crisis más grave que se recuerda. No cabe decir que el déficit se debe a la mala gestión de los gobiernos autonómicos: entre las responsabilidades del Gobierno de España se encuentra la de meter en cintura a los gobiernos regionales que no cumplan sus compromisos presupuestarios. La prueba es que Zapatero no dudó en proponer una reforma de la Constitución -de acuerdo ya con Rajoy- para poner límite al techo de gasto. Propuesta que llegó excesivamente tarde. Mal que les pese a los socialistas, pocas posibilidades tienen de que su estrategia de oposición cale hondo en la sociedad, porque lo que ha calado hondo es que estamos como estamos por culpa de su pésimo trabajo de gobierno.

Rajoy y sus ministros tienen razones sobradas para responder durante meses a las críticas socialistas con argumentos de solidez incuestionable: la mala situación que atravesamos está directamente relacionada con la gestión de Zapatero, de cuyos gobiernos fueron ministros tanto Rubalcaba como Chacón, los que hoy pretenden hacerse con la secretaría general del PSOE.

Los dos tienen problemas más serios que criticar al Gobierno. En sus respectivos equipos ya reconocen que se han deteriorado las relaciones entre los dos candidatos y que ese deterioro incrementa el malestar generalizado que se vive en el PSOE desde que perdieron las elecciones. Un malestar que puede provocar a medio plazo tensiones poco aconsejables en un partido que necesita como el comer recomponerse, reconstruirse, reinventarse o como quiera llamarse, necesita surgir de sus actuales cenizas con un equipo capaz de dar ánimo a los alicaídos cuadros.

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