Las lecciones de paz

Cualquier metáfora vale cuando se trata de dar lustre y modernidad a una ideología caduca

El hombre nuevo neocomunista necesitaba una nueva bandera y qué mejor para ello que utilizar el blanco, color perfecto para escribir/inventarse sobre él la historia y para tapar lo mejor posible los ríos y ríos de sangre inocente que corren por debajo del marxismo aplicado. Así que con ella salieron los que se llaman pacíficos, los que por un día dejaron en casa la bandera tricolor de la II República, régimen democrático al que los comunistas de la época le pusieron todas las trabas que pudieron para ahora mitificarlo. "Más soviets y menos República", decían entonces. Y hoy, por contra, lagrimean cuando escuchan el himno de Riego. Los blancos, con esa cosa mesiánica tan suya, salieron el sábado en fin para pedir mediación y diálogo; o sea, para hacerle el cardo gordo a los nacionalistas catalanes, a la derecha golpista que tiene por aliados a tipos tan dudosos como Assange, Varoufakis o el propio Pablo Iglesias, gorrión supremo de unos albos cuya misión última no es unir a los españoles sino destruir la identidad nacional al entender que se funda en los valores de la derecha y no en los propios. Ideologías pues que, aunque se camuflen lo mejor que puedan de modernidad y glamour cosmopolita, son viejas como el aceite de ricino, rancias y peligrosísimas para la buena convivencia del país y para la fraternidad democrática. Más bien oscuro es lo suyo, nada blanco, pero blancos van y tan felices, tan orgullosos, en esta época nuestra en la que todos los símbolos se reiventan o se manipulan para ponerlos al servicio de la fractura social. El clavel rojo y portugués con el que los indepes le faltan el debido respeto al vecino portugués. La bandera blanca del pacífico, del neutral, del sensato. Cualquier metáfora vale cuando se trata de dar lustre y modernidad a una ideología caduca cuyos defensores se ven obligados a quitar las banderas de su ayer e inventarse otras porque incluso a ellos les incomodan al estar tan manchadas de sectarismo y sangre. Quién nos iba a decir hace unos años que los amigos de Otegi acabarían dándonos a los españoles lecciones de amor y de paz.

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