En este país nuestro nos gastamos un montón de pasta en tratar de aprender inglés. Es de esas metas que nos ponemos cíclicamente. Ahora también hay muchos queriendo aprender chino. Saber idiomas mola, es bueno para viajar, nos abre la mollera a otra culturas… Excepto, claro, si esos idiomas son del vecino. En Huelva, por ejemplo, tan cerca de Portugal, no tenemos ni pajolera idea de ese idioma tan parecido al nuestro, cuando lo lógico en un territorio fronterizo es fundir y compartir la lengua.

En este país nuestro coexisten cuatro lenguas oficiales, y algunas variedades dialectales, como el andaluz. A priori esto es una riqueza, una oportunidad de aprender, compartir y comprender. A priori, digo, porque nuestra dejadez y la torpeza de nuestros gobernantes han conseguido que esa riqueza se convierta en una batalla, en un disparate al servicio de la confrontación, en una trinchera ideológica y partidista. La actual polémica sobre la inmersión lingüística en Cataluña se suma a las que se han ido protagonizando en cada legislatura, en cada región. La obligación de los gobernantes, de las administraciones, es defender las lenguas, cultivarlas, potenciarlas, evitar que se pierdan, premiar la literatura, el teatro, el periodismo que se ejerza en dichas lenguas. Esto se hace tarde y mal, y con desiguales resultados dependiendo de las regiones. Por eso no hay academias de euskera en Sevilla, ni de galego en Lérida, ni de català en Toledo, porque nos importa una higa nuestra riqueza como pueblo, el bagaje colectivo que hemos arrastrado hasta aquí en la historia.

Y así nos luce el pelo. En vez de aprender català pretendemos imponer nuestro castellano a martillazos; en vez de respetar los dialectos hacemos burlas de ellos; en vez de disfrutar de la variedad nos ponemos hidalgos y hacemos bandera de lo que no es más que una herramienta para la comunicación. Luego, cuando se nos agote tanta rabia estéril, nos iremos a matricular a la academia de chino. Y mandaremos al niño a Estados Unidos para que aprenda inglés.

Tant de bo descobrim que aprendre altres llengües és obrir portes i tendre ponts. Oxalá comprenderamos que as linguas son unha riqueza e non unha batalla. Zorionez lau hizkuntzatan bizi den herrialde batean bizi garela ulertuko dugu. Las lenguas no son piedras.

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