La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Ella llevaba un lazo amarillo

Sólo un comentarista ha tenido el arte de hacer simpático el lazo amarillo que se ponen quienes creen que es abuso meter los golpistas en la cárcel y llaman presos políticos a los políticos presos por presuntos delitos más graves que los de corrupción que ya han puesto entre rejas a unos cuantos y tiene a otros en espera de juicio o de sentencia. La corrupción es un gravísimo problema político, ciertamente, pero más grave es el ataque a la Constitución y al Estatut desde el propio poder político que ha generado la crisis más grave de nuestra democracia desde el 23-F. Una crisis aún peor porque aquella se ventiló en dos días y esta lleva años dando por saco y seis meses poniendo en jaque la estabilidad política de la nación y la imagen internacional de España. Amenazando, tras las últimas payasadas de Puigdemont, Jordi, Torrent y compañía, con el Gobierno en el exilio, la petición de amparo a las Naciones Unidas y la designación de un encarcelado como candidato a la Presidencia.

¿Cómo es posible que este innoble lazo amarillo que tantas deslealtades y mentiras representa se pueda convertir en algo simpático y noble? Pues superponiéndole, hasta borrarlo, otro lazo amarillo, mucho más antiguo, mucho más noble, mucho más digno de ser respetado y amado: el que le ofrecían los soldados de la caballería estadounidense a sus mujeres o novias cuando iban a combatir e inspiró una de las grandes películas de Ford: She wore a yellow ribbon (Ella llevaba un lazo amarillo, 1949, en España La legión invencible). Lo ha hecho Santiago González -Santi Majetón-, el diario colaborador de Carlos Herrera, muy dado a las referencias librescas y cinéfilas. Me quedé pasmado y agradecido cuando le oí decir que para lazo amarillo, el que se ponían las mujeres de esa obra maestra fordiana. Mejor John Wayne, -¡qué formidable su Nathan Brittle a punto de jubilarse de la caballería que ha sido toda su vida!- John Agar, Harry Carey Jr., Victor McLaglen y George O'Brien que Puigdemont, Torrent, Jordi y compañía. Mejor la señorita Dandridge (Joanne Dru ) llevando el lazo amarillo que le ofrece el teniente Cohill (John Agar) que las señoras Forcadell o Colau.

Santiago González ha devuelto al lazo amarillo su grandeza fordiana arrebatándoselo a estos golpistas de opereta bufa -pero no por ello menos peligrosa- que han degradado un símbolo históricamente noble y cinematográficamente mítico. Gracias.

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