La loca de la casa

La felicidad, el amor y la paz son un trabajo permanente de resultados quebradizos

Una de las palabras más repetidas en casi todo el mundo estoy días es "felicidad". Es el término esencial dentro de la felicitación que durante esta época casi todos nos deseamos para, con ella, embalsamar de elogios la Navidad. La felicidad puede ser tan real como inexistente. Tan pletórica como ausente. Quizás sea una de las palabras más difíciles de definir. Le ocurre al Amor y a la Paz, a las que no parecen encontrarle una explicación única a su sentido. Estoy pensando mucho en ellas después de haber escuchado en los últimos tiempos diferentes e insatisfactorias determinaciones para la felicidad. Para unos, es tener el alma en paz mientras que para otros es tener trabajo de día y sueño por la noche. Son muy numerosas las especificaciones existentes de ilustres figuras de la literatura, la música o el pensamiento sobre esta emoción en la que, desde luego, podemos estar de acuerdo que no es un sentimiento constante, sino circunstancial, puntual, tan pasajero como dependiente ¿Pero, de qué depende que seamos felices, vivamos en paz y sintamos amor? ¿Qué tienen en común semejantes palabras?

No es una fábrica de coches, tampoco un centro de investigación. No se trata de tener la mejor propiedad, independientemente de su tamaño. Sabemos que quienes gastan mucho dinero en caros bolsos, barcos, joyas o mansiones es para hacerse más envidiable ante la sociedad. Debe ser una enfermendad creer que, por ser dueño de tal obsequio, este te hará largamente feliz. Dura un momento.

El amor puede ser tan efímero como la felicidad. Es inconstante, depende de terceras personas, se ofrece, se desea, se recibe o no, y eso hace que, además, te sientas infeliz ante el desamor. O por sentirse solo, ya que a ciertas edades la compañía es un amor tan vital como el de la adolescencia. Es cuestión de comodidad, riesgo y cobardía emprender la búsqueda de ese amor, felicidad y paz, o permanecer en la comodidad del aburrimiento manido.

La Paz surge de la misma fuente que la felicidad y el amor. Es un gran engaño para el historiador británico Henry Kamen, quien recuerda la teoría de Thomas Hobbes, para quien el estado natural de la humanidad y de los animales es el de la guerra. Atendiendo a miles de réplicas, la de Horacio, es nuestro asidero diario: Carpe Diem. ¿ Qué les une, en origen, a estas tres palabras?: la mente. Nuestra cabeza de la que todo depende y a la que Santa Teresa de Jesus la llamaba, la loca de la casa. La felicidad, el amor y la paz son un trabajo permanente de resultados quebradizos.

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