Letra pequeña

jAVIER NAVAS

A manos de su pareja

Auna mujer asesinada por su pareja poco pueden importarle ya la estadística y la sociología. Como el recluta al que una bala fulmina en una trinchera, entre lodo y sangre, no hace preguntas. Pero los que se quedan insisten en buscar un héroe de la causa, atribuir los crímenes al fascismo o al patriarcado, enarbolar como a un estandarte una víctima del terror rojo o de la sociedad machista, y después erigir un monumento al desconocido soldado de una legión equívoca. En realidad no hay crimen más personal que el que se comete por una pasión pervertida; el de un hombre contra la mujer a la que ligaba un lazo de amor, de odio, de dependencia. A él también le dan lo mismo la suerte del género femenino o la emancipación sexual. La mató porque era suya, contestará, si no la siguió hasta la muerte.

El caso de Torremolinos -no hubo dudas para clasificarlo como "violencia de género"- ha soliviantado pues era el de una mujer maltratada por dos parejas y a la que la tercera, con antecedentes por lo mismo, apuñaló. Antes la había apaleado pero ella se negó a denunciar. El trato exhaustivo que le ha dado la prensa a los crímenes previos ha llevado a una autoridad a advertir de que así se incita a los perturbados: se basa en el aumento de denuncias. La posibilidad de que sencillamente se denuncie más, no que se maltrate más, no se le ha ocurrido a esta eminencia; o sí que se le ocurrió pero le obligaba a cambiar de sermón cuando ya se había subido al púlpito.

La fiscal andaluza de Violencia contra la mujer, eficaz manipulando el lenguaje, ahora llama a esto "feminicidio", más pomposo y espeluznante que "terrorismo doméstico", cuando la propia expresión "violencia de género" ya suponía dudas. También se queja del empleo "abusivo" del derecho de quien denuncia a no declarar, cuando es precisamente eso: un derecho. Muchas no denuncian, otras lo hacen y luego renuncian a seguir con el proceso. Aquí se plantea una cuestión que llega más allá de los crímenes: la de si es legítimo proteger a un adulto sano de sí mismo. Los asesinatos de mujeres por sus parejas son un problema judicial, psiquiátrico o moral. Pero desde que se etiquetaron como "violencia de género" son un problema político. Las posibilidades de que así se extirpe antes son improbables, pero, con el crédito de nuestros gobernantes rodando cuesta abajo, la gramática nos hace creer que estamos en buenas y cuidadosas manos.

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