El desenfoque

raquel / Garrido

medusas en el punto de mira

CADA año por estas fechas vuelve a la palestra el problema de las medusas que llegan a las playas malagueñas y que tanto incomoda a los bañistas que pretenden darse un chapuzón en estos días de tanto calor. Pero a mi lo de referirse a estos pequeños pelágicos como un problema no me parece demasiado justo. Lógicamente son una molestia si uno se quiere bañar en el mar y termina por picarte una de las medusas que son arrastradas hasta la orilla impulsadas por las corrientes marinas y el viento de levante. Pero no podemos criminalizar a unos seres que habitan en el mar y que somos nosotros los que nos empeñamos en invadir de forma masiva su hábitat natural en estas fechas. Medusas y verano están irremediablemente asociados, al igual que turistas y playas o verano y calor. Y no es tanto porque esté habiendo más medusas que nunca en las playas, sino porque es en estos meses cuando más gente acude a ellas. Es, por tanto, una cuestión de percepción y a veces se tiende a exagerar lo que supone su presencia en las playas. Puede ser que los cambios producidos en el clima incida en que haya años en que las medusas proliferen con mayor facilidad, aunque apenas hay estudios científicos que avalen estas teorías. Aunque aún siendo así, puede que haya habido años en que haya habido enjambres más densos que este año en las inmediaciones del mar de Alborán y que el viento de poniente las haya mantenido a raya alejadas de los bañistas. Si este año está predominando el levante, y además ha llovido poco en la primavera favoreciendo que la barrera salina sea casi nula, toca aguantarse. Basta con que los bañistas adopten una serie de precauciones básicas para evitar sufrir la molesta picadura como no alejarse demasiado de la orilla y darse baños cortos. Si aún así uno tiene la mala suerte de ser alcanzado por uno de los tentáculos de los temidos pelágicos, que no cunda el pánico porque no son tiburones y solamente en casos excepcionales pueden ocasionar problemas más graves. Debemos tratar de relativizar una situación normalizada en todo el mar Mediterráneo porque si no corremos el riesgo de que lo natural nos termine pareciendo extraño y hasta peligroso como ocurre en otras tantas parcelas del malogrado medio ambiente en una provincia en la que ha sido devorado en los últimos años. Eso no implica obviamente que se deban adoptar medidas para tratar de minimizar sus efectos, como por ejemplo tratar de recoger algunos bancos de medusas con la ayuda de barcos antes de que lleguen a la orilla. Más allá de eso, poco se puede hacer para impedir que sigan deambulando y que cada año se conviertan en el terror de las playas.

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