Ojo de pez

pablo / bujalance

La mejor marca

HACE unos días escuché unas declaraciones de Moreno Bonilla en las que daba cuenta de su preocupación por "el deterioro de la marca Andalucía" después los incompetentes gobiernos socialistas. Y, bueno, el hombre no deja de tener razón. Lo del deterioro es evidente, no hay más que echar un vistazo (aunque tampoco faltan apóstoles dispuestos a enseñar a los andaluces a pescar en lugar de ir por ahí regalando peces, como Albert Rivera; eso, sí, no obstante, a pesar de tan desafortunado símil, y por más que la indignación y el pataleo hayan cundido con el esperado tronar, el clientelismo político sigue siendo la llaga en la que poner el dedo); pero también tiene razón el líder regional del PP en lo de la marca. Andalucía ya no es un territorio, ni una comunidad, ni siquiera, estrictamente, una autonomía: es una marca puesta a la venta en el escaparate como las demás, y Moreno Bonilla, que quiere colocar a la clientela unas Nike, asiste con horror a la complacencia con la que la Junta despacha unas Paredes. De cualquier forma, lo que nos queda es ser una marca: tal vez la que preferirán los ricachones rusos que acaparan las mansiones de la Costa del Sol, o la que adquirirán los turistas nacionales que guardarán cola durante horas para admirar la Alhambra (si los accesos lo permiten). De lujo o de saldo. Pero marca.

Y la marca en cuestión, admitámoslo, cotiza barato. Como el tomate canario en el Mercadona. Tiene razón, insisto, el aspirante popular al sillón presidencial cuando culpa a Chaves, Griñán y Díaz de que no seamos la repanocha y nos tengan por fondo de armario. Pero al compartir esta inquietud, Moreno Bonilla hace el juego a su partido: el mismo que ha convertido la mayor parte de las ciudades andaluzas en bienes exprimidos, con todos los espacios y recursos públicos puestos al servicio de los potenciales clientes, especulación mediante, hasta reducirlas, en demasiados casos, a paisajes impersonales, donde parece que no vive nadie; y el mismo que, recuerden, pregonó nada más llegar al Gobierno lo de la marca España para sacar al país de la crisis a base de venderlo todo muy baratito. El objetivo se alcanzó, por supuesto, porque el cliente no es tonto: ahí estamos, la envidia de Europa en cuanto a exportaciones y comercio exterior mientras dentro la desigualdad entre salarios, capacidades y oportunidades se multiplica cada día. ¿Cómo diantre no se iba a producir un crecimiento económico?

La utopía capitalista ya es una realidad: no somos personas, ni siquiera ciudadanos. Somos productos. Y Moreno Bonilla quiere ponernos a competir. Sálvese quien pueda.

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