La esquina

josé / aguilar

El ministro prepotente

LAS reformas que el ministro de Educación, José Ignacio Wert, está implantando en el sistema educativo español serían mucho más aceptables si no las estuviera implantando Wert. Quiero decir: si no vinieran de la mano de un ministro tan prepotente, sobrado y pendenciero. Desde los tiempos del franquista Julio Rodríguez, que quiso imponer un nuevo calendario escolar, no se recuerda un ministro más soberbio e iluminado.

Este hombre encantado de haberse conocido actúa movido por los resortes del déspota ilustrado: convencido de que sabe más que nadie, se precipita a dictar sus soluciones a todos los problemas de la enseñanza sin encomendarse a nadie. Ni a su propio partido. Hace aprobar la Lomce -con algunas medidas ciertamente necesarias- a trancas y barrancas y sólo después de verla refrendada por las Cortes se da cuenta de que tiene que aplicarla con más recursos de los que había calculado y en más tiempo del que había previsto.

Ahora tropieza también en el nivel universitario. Sigue la orientación de la Comisión Europea de concentrar las ayudas a las becas Erasmus en los estudiantes más necesitados -es preferible becar sólo a los universitarios de rentas más bajas que repartir los fondos, siempre escasos, entre los erasmus de rentas medias y bajas-, pero no se le ocurre nada mejor que anunciarlo a finales de octubre, cuando el curso ya ha comenzado y decenas de miles de alumnos se encuentran en sus universidades extranjeras de destino.

Eso significa que han hecho sus planes contando con que, además de los ahorros familiares y los ahorrillos que hayan podido juntar ellos mismos con sus trabajos precarios, dispondrían de la beca propiamente dicha de la Comisión Europea, el complemento que daba el Ministerio de Educación y, eventualmente, la aportación de sus comunidades autónomas. Si les quitan la segunda fuente de ingresos -el complemento ministerial-, les descuadran su modesto presupuesto. A muchos les estropearían la aventura del Erasmus, tan provechosa, conveniente y jovial.

Wert anda tan convencido de la brillantez y justeza de sus ideas que ni se le pasó por la cabeza que, imponiendo la medida, estaba cambiando las reglas del juego en mitad del partido. Y anda tan seguro de sí mismo que cuando Rajoy en persona, sensible al escándalo desatado, le ha obligado a rectificar, todavía ha dicho que la idea de suspender la medida ha sido suya.

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