La moción

La moción salió rana a su ideólogo y promotor y evidenció la bula de cierta izquierda para ofender

Es de suponer que el objetivo de cualquier líder político al plantear una moción de censura es construir un gobierno diferente y regenerador o, al menos, estructurar una alternativa creíble desde la tribuna del Congreso de los Diputados. Ninguna de las dos cosas hizo Pablo Iglesias en su fallida moción: su incapacidad para aglutinar apoyos fue evidente, salvo los -indeseables- votos de filoetarras e independentistas y sus propuestas no pueden calificarse de inconsistentes porque simplemente no existieron. El líder de Podemos se limitó a lo esperado, desplegando su retórica hueca con el único fin de insultar a todo el que pasaba por allí. Si hay un claro derrotado en la moción es él no sólo porque Rajoy, temible parlamentario, defendió con solvencia la ejecutoria del gobierno, Rivera estructuró un discurso de regeneración notable y el ausente Sánchez, vista la histeria podemita, llegó a parecer un político casi sensato, sino porque se demostró que en su partido hay líderes manifiestamente más capaces que él.

Así las cosas, la moción fue un experimento que salió rana a su ideólogo y promotor, pero que sirvió para evidenciar una vez más la bula de la que disfruta cierta izquierda a la hora de ofender y lo fina que tienen la piel cuando alguien les pone ante el espejo de sus contradicciones o se atreve a criticar sus comportamientos poco democráticos, como hicieron de modo soberbio la diputada canaria Ana Oramas o el portavoz popular Rafael Hernando, que tuvieron que sufrir una vez más acosos, insultos y faltas de respeto de todo tipo.

Machista. Eso dijeron una y otra vez de Hernando por referirse a la relación entre Iglesias y Montero. Lo dice quien con ocasión del nombramiento de Ana Botella como alcaldesa aludió a su condición de esposa de Aznar como circunstancia que la inhabilitaba para el cargo y reflejaba el nepotismo del PP. Quizá no fue la parte más afortunada del discurso de Hernando pero no es machista criticar o debatir con intensidad con una mujer, en los mismos términos en los que se haría con un hombre: lo contrario sí lo sería. Me quedo con una frase leída a una conocida feminista liberal española, María Blanco: victimizar a la mujer no es empoderarla. Ése es el tramposo recurso al que una y otra vez recurren en Podemos; ellos son los machistas y escaso favor hacen a las mujeres con semejante comportamiento.

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