Letra pequeña

Javier Navas

Un momentito, por favor

LA Junta debió haber dicho en Carratraca que no valían excepciones, que si le pasaba la mano se la tendría que pasar a todo el mundo. Pero la carne, incluso la institucional, es débil, más que el cemento, y tuvo un acceso de misericordia. Consintió en demorar los expedientes urbanísticos del municipio, al menos hasta inventariar las viviendas y escribir un PGOU. Se trataba de evitar que un diligente bulldozer dejase aquello como una excavación arqueológica. Una casa por otra ¿cuántas no temblarían sobre sus cimientos cuando la competente autoridad les pidiera los papeles? La administración autonómica se sentía, con razón, parcialmente responsable y en absoluto libre de pecado como para tirar piedras.

Quizá la Junta esperaba que ante tan pía prórroga nadie osaría piar. Narices. El PP exige ampliar la paralización a toda la comarca. Supone que tras el destape de Carratraca muchos otros pueblos se verán en el mismo plan, hasta que un plan diferente -General de Ordenación Urbana- aclare la situación. Por supuesto, el aclarado más eficaz consiste en despejar con demoliciones, pero son deseables métodos no tan ruidosos. La Axarquía es ahora el lugar más soliviantado; allí se quejan alcaldes benignos y reacios a aplicar la ley a la que, antes que al pueblo, representan. Son los campeones de sus vecinos, el san Jorge -incluso cuando se llama Óscar- que se interpone entre el dragón con pala y la princesa votante o consanguínea. Y ¿qué pasará cuando en otros territorios aparezcan manadas de viviendas que nunca debieron salir del proyecto? ¿Más prórrogas? Y después de las prórrogas, ¿los indultos, la amnistía, el aprobado general?

Detrás de la petición del PP hay algo más que benevolencia. Forzando a la Junta a ser consecuente con tal medida de gracia podría hacer que tropezara con sus propias patas. Aplicar severamente la legislación, que en último término es la suya, promete dejar algunos asentamientos como si hubiesen pasado los sioux; y con la táctica de la manga ancha cualquier alcalde con instinto de supervivencia buscará llevarse el brazo. Todo habría sido más fácil si el Gobierno andaluz se hubiese tomado la aplicación de las políticas de urbanismo con seriedad, ya que de los alcaldes, entre los que abundan los humoristas, no ha de esperarse disposición para el papel de sieso.

Dicen que para las elecciones autonómicas que vienen hay otro campeón apuntando maneras. Mal momento para que los de Griñán acometan una política poco simpática. Pero, ¿y si dieran la sorpresa y decidieran que ya de perdidos, al río? Medidas impopulares y normas razonables para el urbanismo que vendrá. Una despedida ejemplar, aunque luego hubiese pueblos con pintorescas vistas que deberían abstenerse de contemplar un tiempito. Lo que pasa es que la Junta no está para dar sorpresas y los dueños de tantas casas no están para llevarse sustos.

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