DICEN que nada, salvo una muerte o un nacimiento, emociona y traumatiza tanto como una mudanza. Enfrentarse a los recuerdos, aunque sea en forma de cajas, libros o papeles olvidados, nos expone a nuestro principal enemigo, nunca lo olviden: el tiempo. Y todos esos viejos objetos dicen demasiadas cosas sobre uno mismo y sobre el camino recorrido.

La redacción de este periódico ha efectuado en los últimos días una pequeña mudanza. No es que se haya cambiado la línea editorial, pues el diario sigue y seguirá siendo tan imprevisible, crítico, guerrillero e incluso mosca cojonera como siempre; sólo nos hemos ido dos plantas más arriba en el mismo edificio de la calle Larios. Pero todos los trabajadores hemos tenido la oportunidad de repasar este lustro de trayectoria de Málaga Hoy a través de los documentos que hemos ido guardando. Y créanme cuando les digo que todo periodista tiene un pequeño Diógenes dentro. Boletines estadísticos a mansalva; sentencias judiciales de lo más variopinto, justas e injustas; escuchas policiales a corruptos de toda suerte y condición; informes anónimos pero siempre con el objetivo de hundir a alguien; libros que te regalan y no tienes tiempo de leer; ejemplares de periódico que guardaste porque te sentiste orgulloso del trabajo ese día, el artículo póstumo, y a vuela pluma, de Peñalosa.

Pero también te topas con muchos pequeños fracasos, muchas historias que no llegaron a buen puerto, que no pudieron publicarse no por falta de ganas, sino de pruebas o de buena labor periodística. Como aquella denuncia que nos llegó de una academia que vendía por mil euros las preguntas de las oposiciones. Las preguntas salieron, pero ni tuvimos forma de demostrarlo ni la Policía o la Fiscalía tomaron mucho interés en el asunto. Y cuando te reencuentras con este tipo de casos, duele. Fastidia la sensación de que le has fallado a quien te confió su noticia, un pedazo de su vida. Aunque no faltan los locos que ven una conspiración hasta en los posos del café, todo el que llega a un periódico con una historia que contar merece ser oído. Aunque sólo sea porque considera que éste sigue siendo un instrumento democrático, un garante del control a los políticos, un lugar donde se persigue la verdad. Les prometo que en el próximo lustro intentaremos hacerlo mejor.

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