OPINÓMETRO

@jjblanesmalaga

Donde mueren los políticos

Y la ola del Melillero. Disculpen, me faltaba esto en el artículo de la semana pasada sobre noticias chorras. Hoy el opinómetro va de algo más filosófico ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Dónde va a morir un político? Centrémonos en esta última pregunta.

 TRAS LAS ÚLTIMAS ELECCIONES.-  Las municipales y las regionales, con la irrupción de los nuevos partidos políticos y como los concejales y diputados son los que son y no sirve eso de “donde caben tres caben cuatro”, muchos políticos de raza se han visto un poco en fuera de juego. Es tal su dedicación a lo público, es tan fuerte su vocación, que todos buscan dónde servir, que para eso están. Gloria eterna.

UNOS.-  Se van al Senado, un órgano considerado por muchos tan importante como el apéndice en un ser humano, pero que sin duda tiene que tener una función vital en nuestras vidas. Si no fuera así, sería inconcebible la cantidad de senadores , con sus sueldos, la multitud de traductores que hay en el senado, de gallego, de euskera, de catalán… con sus sueldos, además de personal variado, técnicos de sonido, electricistas, ujieres…  con sus sueldos también.  Allí, el político desubicado encuentra un nuevo ambiente donde poder dar gotas de calidad que serán recordadas durante miles de años.

OTROS.- Emigran mientras pasa el invierno, como los gorriones,  a las distintas diputaciones españolas. Las diputaciones son otro órgano considerado prescindible por algunos ciudadanos, incluso lo consideran así algunos partidos políticos. Se da la curiosa circunstancia de que esos partidos que abogan por la supresión de las diputaciones también tienen diputados.  Supongo que es una especie de quinta columna que quiere destruir esta institución desde dentro.

LOS MENOS.- Se quedan trabajando en su partido, en una especie de aletargamiento, calentando banquillo hasta las próximas elecciones municipales, regionales, nacionales o estelares en las que poder estar incluidos en unas listas y volver a dar esas gotas de calidad al servicio público que, por el caprichoso y veleta votante, tuvieron que dejar de dar. El sueldo de este político hibernante, en algunos casos y pese a trabajar en su partido, se lo pagamos nosotros, supongo que para no perder totalmente el contacto con lo público.

POR ÚLTIMO.- Y lo más novedoso, debido a la tremenda crisis por la que estamos pasando, se da la circunstancia del político que no consigue aferrarse a ninguna de estas tablas de salvación. Como bien dijo el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, refiriéndose a ellos, “hay vida después de la política”. Lo sabe bien, ha visto películas sobre el tema, supongo.

El título de esta columna es falso, un político no muere, un político se transforma, muta, cambia, va hacia allí o vuelve de allá pero, salvo honrosas excepciones, un político seguirá siéndolo hasta el día del juicio, Así ha sido y así será. Es inevitable, como ser zurdo, calvo o bajo. O las tres cosas al mismo tiempo.

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