Me crié viendo a diario a dos mujeres trabajadoras: mi santa abuela y mi santa madre. La primera, ama de casa. La segunda, profesora, pero de esas que por la mañana explican en clase el imperio carolingio y por la tarde se dedican en casa a zurcir el chándal del niño, a encalar el patio o a preparar una tortilla de patatas que no se la saltaba -y por fortuna aún no se la salta- ni el obispo de Mondoñedo. Por eso, cuando nuestros políticos, tan dados ellos a los abstracto, se ponen a hablar de la mujer trabajadora yo no pienso en algo invisible sino en ellas, en las mujeres que quiero y quise y que fueron un ejemplo de currelo duro en mi niñez. Y no sólo pienso en ellas, sino en muchas otras a las que he visto trabajar a mi lado. Compañeras como Cristina, como Lourdes, como Ángela, como Nunchi, como Anabel, como Marisa, como Celia, como Toñi, como Clara, como Noelia, como Nuria... Nombres que tienen sentido sólo en mi memoria y que, más allá de épocas y lugares, llevan un punto en común: la memoria de mujeres laboriosas y luchadoras en un mundo que hoy ni mucho menos es igualitario. Porque existe un venero patriarcal, eso que Trump llama conversación de vestuario, en el que por mucho que se diga sigue primando la idea de que "Nosotros primero". Y eso parte de una hermandad machuna, a veces encorbatada y a veces obrera, que me deja frío porque no siento ninguna hermandad con género alguno. Creo de hecho que la única hermandad posible es con el ser humano en su conjunto por compartir destino y soledades y con, por supuesto, las personas que amo sean del sexo que sean y se acuesten con quien se acuesten. Dicho todo esto, en el Día del la Mujer Trabajadora, sí que me reafirmo en mi compromiso de, esté donde esté, no evaluar a nadie por su sexo sino únicamente por sus méritos. Y mantengo, como es lógico, la batalla contra todo lo que sea destruir la meritocracia, bien por género o bien por esas razones de ideología y de clan sectario que tanto abundan. Hasta el día en el que se nos premie y juzgue por lo que hacemos y no por lo que somos habrá que seguir guerreando, ya sea 8 de marzo o 27 de abril. Lo demás son miserias, cutres circunloquios, vilezas.

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