La nueva singladura de Unicaja

Las exigencias de un mundo globalizado, capaz de tumbar a un imperio a golpe de clic, exigen más modernización

En el mundo de los negocios queda poco espacio para cultivar el romanticismo. Y es un error, porque la diferencia a largo plazo puede resultar muy rentable. Hace algunos años, el presidente del BBVA, Francisco González, nos reunió en Sevilla a un grupo de periodistas para darnos su visión del futuro. La informatización que acabaría sustituyendo oficinas por una Lola robotizada capaz de resolver cualquier problema para formalizar una hipoteca. El impacto de la nube como gran almacén de datos en este nuevo espacio de la era digital. Y la paulatina concentración de bancos. Si no me falla la memoria, su pronóstico era muy contundente y vislumbraba a largo plazo un mercado financiero con un par de grandes instituciones.

Muchas de las cosas que predijo se han ido cumpliendo, pero no a la velocidad que él avizoraba. De momento, las máquinas no son tan resolutivas como se presumieron y el cliente, en las gestiones importantes reclama la comunicación con personas. La crisis aceleró el proceso de reestructuración bancaria.

Hace unos días, el presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, advertía que las grandes entidades (entre las que figura la que él dirige) habían pasado de controlar el 42% del mercado en 2008 al 72% actual. Añadía qué no contemplaba una estructura final por debajo de cuatro o cinco grandes bancos en España, por razones de financiación de la economía, sobre todo porque en el país priman las pymes, muy dispersas en la geografía. Ésta es una de las grandes ventajas que debe aprovechar Unicaja, con su decisión de salir a Bolsa y renunciar a los cantos de sirena que la habrían hecho desaparecer, diluida. Pero hay que reconocer que en el convulso mundo de las finanzas la decisión también es arriesgada.

La fortaleza de la entidad malagueña es su apego al territorio y el conocimiento de primera mano de sus problemas y, sobre todo, de sus necesidades. Al final, junto a un puñado de empresas, queda como la gran institución de referencia para Andalucía y debe jugar sin miedo ese papel en toda la Comunidad. Sin renunciar a que su modelo, más cercano, también le facilite captar nuevos clientes de otros territorios que buscan algo distinto.

Pero el banco debe emprender, ahora que ya cotiza en Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia, un proceso profundo de modernización. Entender que está en el siglo XXI y que aunque el romanticismo hay que utilizarlo como gran valor añadido, las exigencias de un mundo globalizado, capaz de desestabilizar a un imperio a golpe de clic, requieren una extrema profesionalidad. Y hay departamentos vitales, demasiado anclados a un pasado que es necesario superar, y que hoy no están a la altura.

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