el desenfoque

Raquel Garrido

Un nuevo año, un único deseo

COMIDAS, fiestas, regalos, más comida, amigos, familia, compras, más comida... Casi dos semanas de compromisos y eventos sociales y familiares prácticamente sin descanso en las que todos creemos vivir en un mundo ficticio de algodones y felicidad almibarada, en la que todo lo que nos rodea parece estar impregnado de un halo de paz y amor, y en las que se nos llega a olvidar que tras los excesos de euforia llega la dura resaca. Pero esa que no se quita tomando un caldito casero y un Gelocatil, sino aquella de carácter existencial en la que uno se da cuenta de que tiene por delante un nuevo año para tratar de superar los obstáculos que la sociedad actual, sumida en una profunda crisis económica y moral sin precedentes, se empeña en ponernos por delante para impedir que cumplamos los deseos y proyectos que nos marcamos como reto. Atrás quedaron el dejar de fumar, empezar a ir al gimnasio o aprender inglés como los típicos propósitos para el nuevo año. Me refiero a los que le piden a 2012 perder de vista el anhelo frustrado de no poder encontrar un trabajo o dejar de tener que hacer verdaderos milagros para afrontar la que se ha convertido para muchos en una continua y desesperante cuesta de enero, casi como subir el Tourmalet en un triciclo. Los que se ven obligados a perder sus viviendas por no poder hacer frente al pago del préstamo que tienen con los bancos, esos mismos cuyas cuentas y beneficios no paran de crecer. Los que temen no poder acceder a la sanidad y la educación si dejan de ser gratuitos o a los recortes presupuestarios que empeoran la calidad de estos servicios básicos, mientras tienen que aceptar sin rechistar que a los diputados se les repartan tabletas y teléfonos de última generación con la que está cayendo. Y, en definitiva, hablo de los que han perdido la esperanza de que el nuevo año les devuelva la ilusión de empezar a ver la luz al final de tan largo túnel. A todos ellos dedico mi deseo para este nuevo año...

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