El paraíso helvético

En el fondo, estas jaulas de oro que están sirviendo a todos de destino provisional llegarán a su fin

Durante años, muchos de los dirigentes más perseguidos del mundo llegaban a Suiza para solicitar asilo y, de paso, dejar a buen recaudo las grandes cantidades de dinero que portaban. De ahí que muchos países empobrecidos, por culpa de las fortunas apropiadas por estos individuos, denunciaran internacionalmente esta impune situación. En 2010 se promulgaba la Lex Duvalier, en honor a todo lo esquilmado por el dictador haitiano, provocando la devolución de 5,7 millones de dólares a su nación. Se supone que, entre todos los políticos huidos que han escondido las fortunas en Suiza, la cantidad se eleva a más de 150 mil millones de dólares, por tanto queda mucho aún para que se termine de devolver todo a sus verdaderos propietarios.

Evidentemente nuestra Hacienda debe estar muy preocupada por la imagen que ofrecen los políticos españoles en la vecina confederación helvética, mostrando un altísimo nivel de vida que sorprende a propios y extraños. Durante la actual democracia, desde los fabulosos ingresos contables de la mujer de Luis Roldan o los paseos y cenas de Bárcenas por esas tierras, antes de que se descubrieran sus cuentas bancarias, hasta las recurrentes llegadas de dirigentes catalanes, parece que todos tienen acomodo en este país. Lo que sí sorprende en cada uno de ellos es su capacidad para lograr que las administraciones, simpatizantes o ciudadanos en general ingresen dinero en cuentas que después sólo ellos manejan. Y los lugares donde se acumulan no tienen desperdicio: asociación pro huérfanos de la Guardia Civil, fondos de pensiones, compraventa de obras de arte o cajas de solidaridad. Todo muy altruista para que disfruten de sus beneficios unos pocos, poquísimos. Lo que sí parece claro es que, nada más llegar a ese país, la imagen de halcones políticos duros, implacables y casi revolucionarios cambia radicalmente para convertirse en tiernos ciudadanos impecablemente vestidos y aseados. No se sabe si las normas protocolarias suizas del correcto vestir deben ser exquisitamente rigurosas o en España tanta libertad les tenía cohibida su elegancia natural.

En el fondo, estas jaulas de oro que están sirviendo de destino provisional a todos llegarán a su fin, porque ni su paciencia ni sus recursos son infinitos. Y entonces recordarán la frase del genial Bob Marley: "Mejor morir luchando por la libertad que ser un prisionero todos los días de tu vida".

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