El espontáneo

Juan Cachón Sánchez

La pareja feliz

MI vida, ¿por qué no me llevas a un balneario de aguas termales? Ya sabes que padezco de artritis y tú sabes lo bien que me sentó hace veinticinco años cuando me llevaste a tomar las aguas de Lanjarón, salí como nueva. Bueno, saliste como nueva porque eras joven y cuando se es joven todo te sienta bien, hasta el orujo con coñac. Eso habría que ver, porque cuando era joven quise batir el récord de cien metros lisos en la Ciudad Universitaria de Madrid y quedé la última y a poco estuve de ahogarme. Pero eso fue debido a los excesos que hiciste con el tabaco, porque no sé si te acuerdas, te fumabas más de dos paquetes de cigarrillos Chesterfield sin filtro y eso a la larga te pasa factura. Pero eso qué tiene que ver con mi artritis. Eso se debe a la edad, a la genética, Pues más a mi favor, para que me lleves a tomar las aguas termales, que tan bien me sienta. Bueno, si insistes tanto te llevaré, a ver si te alivia. Cariño, eres un cielo. Qué haría yo sin ti. Pues nada, lo mismo que conmigo. Nada de nada. No seas ingrato, Casimiro, tú sabes en tu fuero interno que no es así, que cuando en el altar mayor de Ntra. Sra. de Montserrat te juré amor eterno, lo he cumplido a rajatabla, nunca te he sido infiel ni de obra, ni de palabra, ni tan siquiera de pensamiento. Aún cuando aquel joven informático que además era modelo de la pasarela Cibeles me tiró los tejos, yo le espeté: soy una mujer casada y donde esté mi Casimiro, no hay nadie que le llegue a las suelas de los zapatos y el informático me contestó, eso se lo dirás a todos y le di un solemne sopapo que le obligó a dejar la pasarela por unos días, pues, no sé si te acuerdas que por aquella época yo hacía karate en un gimnasio coreano y dominaba a la perfección las artes marciales. Casimiro de mi alma, que haría yo sin ti, que todavía enciendes el fuego erótico de mis entrañas, aunque sólo hayamos tenido un vástago. Pero fíjate Casimiro que sabio, sano e inteligente, lleva tu genética Casimiro. Ahí lo tienes con 23 años y ya es ingeniero de caminos y con el paro que hay ya se lo disputan, lo mismo que a ti, Casimiro, que hiciste económicas con catorce matrículas y te fuiste a Berkeley becado y te fichó Lehman Brothers antes del fiasco, acuérdate que tu jefe fue el señor De Guindos que te quiso fichar, para su equipo y lo desechaste por dar clases en la Universidad de Sacramento en California. Lo que te pido, Casimiro, es que te deshagas de ese sillón frailuno que heredaste de tu madre y que tanto cariño le tienes. Haré ese sacrificio por ti y me desharé de él, después de setenta y cinco años de tenerlo en la familia. Bueno, cariño, si tú lo deseas y te hace feliz te llevaré a tomar las aguas de Lanjarón. Para sus adentros pensaba Casimiro qué fácil es hacer feliz a alguien.

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