RECUERDO este chiste de Faemino y Cansado: "Doctor, mi verdadero problema es que lo que más me gusta en el mundo es tocarme los huevos". A lo que responde el médico: "Pues tóquese hombre, tóquese". Y resulta abrumador el interés político para que tomemos nota: tras el taller sobre masturbación de la Junta de Extremadura y las recomendaciones de Trinidad Jiménez sobre cibersexo, ahora el Ministerio de Igualdad propone el fomento de la autoexploración genital femenina mediante un mapa ilustrativo. Bibiana Aído quiso aprobar el plan de tapadillo publicándolo directamente en el BOE, pero la polvareda mediática no ha sido poca. Con algo más de tiempo y los ánimos más sosegados, caben dos consideraciones: el modo en que Las partículas elementales de Houellebecq ha cobrado un perturbador carácter premonitorio más en España que en Francia (si la herencia del Mayo del 68 era un cincuentón masturbándose mientras miraba a jovencitas, el socialismo se regodea impartiendo lecciones de onanismo a imberbes: para esto han servido siglos de revolución obrera) y la manera en que este socialismo disfrazado de talante adquiere rasgos estalinistas para pretender gobernarlo absolutamente todo en los ciudadanos. Con una singularidad: si realmente los impulsores del delirio creen que promoviendo el cinco contra uno entre los chavales se van a evitar embarazos no deseados, a lo mejor correspondería sustituirlos por catequistas mejor preparadas.

Cuando el domingo vi en Málaga a tantos miles de personas para aclamar a los líderes del PSOE, sólo pude preguntarme: ¿Tan poco dispuestos están todos ellos a preguntarse por el socialismo que practican? ¿Qué exigencia y responsabilidad mantienen respecto a lo que la Historia ha depositado en ellos? ¿Por qué se convierte en objeto político al clítoris y el parado se queda en mera cifra? Lo fácil, claro, es hacer ideología del árbol caído y dejar la gestión para el toqueteo. Las manos en la mesa.