la esquina

José Aguilar

El partido amohinado

POCAS cosas castigan más los electores que la división interna de los partidos. Nada divide tanto a los partidos como la derrota. La interacción de estos dos principios básicos de la vida política es lo que empieza a arruinar las posibilidades electorales del PSOE de Andalucía. Un partido que ya ha sido superado dos veces por su gran adversario (PP) jugando en campo propio y que está siendo recorrido de arriba a abajo por el virus de la crisis orgánica.

En un contexto de desconcierto general, orfandad de liderazgo y conciencia de pérdida, se entrecruzan varios enfrentamientos, a cual más peligroso. La lucha entre Rubalcaba y Chacón por la secretaría general socialista, que ha escindido al propio Gobierno andaluz. La lucha más o menos soterrada por el control y la influencia entre Griñán y Chaves, los dos amigos íntimos que protagonizaron una transición que se pretendía ejemplar y ha acabado siendo ejemplarmente pésima. La lucha entre los secretarios provinciales y sus aparatos frente a los grupos y militantes que han sido postergados en los últimos años. La lucha entre lo nuevo y lo viejo.

Todas estas disputas, que además se influyen unas a otras, han hecho acto de presencia dos meses antes de unas elecciones decisivas -el partido se juega su ser o no ser, su continuidad en la Junta que domina desde hace treinta años o su paso a la oposición quién sabe para cuánto tiempo-, cuando se pensaba que el congreso federal iba a servir para mostrar la unidad y la fuerza del socialismo andaluz y que todas las energías, que ya menguan, de militantes y dirigentes se dedicarían a combatir al PP de Arenas y al Gobierno de Rajoy.

No ha podido ser. Se confirma que habrá dos listas de candidatos a la elección de delegados al congreso por las provincias de Cádiz y Almería y pronto habrá otras dos en Málaga, una provincia donde el principal líder se las va a apañar para aglutinar en su contra a toda clase de descontentos de todo tipo de familias. La confusión mayor se ha instalado en Sevilla -la agrupación con mayor representación congresual y mejores resultados electorales-, que después de décadas de ejercer de fortín ahora es roca agrietada. El secretario general, José Antonio Viera, afectado por el caso ERE como consejero de Trabajo que fue, ve cómo le abandonan los que la auparon al cargo para cubrir la segunda defenestración de José Caballos y cómo la ejecutiva regional trabaja, cada vez con menos disimulo, en favor de Chacón mientras él defiende a Rubalcaba.

Allí donde se acaba la harina todo es mohína. El PSOE de Andalucía es hoy un partido amohinado. Vive preso de la mohína. Mohína en sentido de enojo y disgusto, pero también en su acepción de reyerta y pendencia. Que la una lleva a la otra, y viceversa.

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