No me refiero al frío paseo del presidente del gobierno por nuestra ciudad, sino a la frívola caminata que se está dando por las emociones y los sentimientos a la hora de prometer que endurecerá la prisión permanente revisable en presencia de las víctimas. Resulta curioso que, los integrantes de la derecha más ruin, la que acusa de populismo a los demás, se apunten, precisamente ellos, a la petición que comienza a acariciar la cadena perpetua, en caliente, mirando a los ojos de las víctimas de crímenes tremendos, subidos a la ola del dolor de quienes han sufrido pérdidas irreparables. Aprovecharse de esos sentimientos es repugnante y genera cierta vergüenza ajena.

España tiene el Código Penal más duro de Europa junto a Italia y Gran Bretaña, con penas que pueden ir hasta los 40 años, penas que en un porcentaje altísimo son cumplidas íntegramente. Es esa misma masa social, sedienta de venganza electoral, la que vocifera los pocos casos de presos que salen antes de cumplir íntegramente la condena, que repito, son pocos, muy pocos. España tiene las tasas de homicidio más bajas de Europa pero tenemos un 32% más de población reclusa que los países de nuestro entorno. La propuesta de Ciudadanos y del PP suena más a granjearse los votos de la insatisfecha extrema derecha, que ha recuperar un orden social justo. No se acaba con los delitos gastándose más en prisiones, como lo demuestran las estadísticas de los países que tienen la pena de muerte en su código penal, ningún rincón del mundo está exento de sufrir crímenes horrendos. La leyes no cambian las mentes, los códigos penales no modifican las actitudes de los posibles homicidas, lo hace la educación y una sociedad basada en un código ético que no busque venganza sino equilibrio, la igualdad y justicia.

Pero a los adoradores del premio y el castigo, el cielo y el infierno, o el ojo por ojo, les cuesta entender que la justicia no debe ser la traducción a unos códigos de los sentimientos de venganza.

Comprender y compadecerse del dolor, realmente insoportable, de las víctimas es también no sentar a las víctimas en las mesas donde se redacta el Código Penal. Entender su dolor no es darle un arma sino aplicar la Ley con dureza pero con serenidad. A las víctimas hay que darles apoyo, asistencia psicológica, económica no necesitan morbo, sobreexposición ni ser usadas como excusa para recuperar votos perdidos, es deleznable. Lástima que nuestra ciudad haya sido el lugar elegido para abrir esta enorme grieta en nuestro sistema de convivencia.

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