Luces y sombras

antonio / méndez

Un paseo por málaga

EN los últimos días, Málaga ha sido escenario de un puñado de debates y ponencias en las que han estado presente algunos de los gurús económicos y políticos, así como líderes empresariales y financieros más importantes del país. Desde el presidente de la Caixa al de Telefónica, Google España o Siemens. Desde Felipe González al economista de la City Londinense Daniel Lacalle. Desde el emprendedor catalán Carlos Blanco que ha alcanzado el éxito en internet con una empresa de juegos de toda la vida al norteamericano Bill Derrenger, artífice del triunfo de los cereales en Europa y que nos emocionó con un anuncio de su actual empresa de publicidad que muestra de una forma sencilla cómo ven a España en el resto del mundo.

Quizá sea hora de recuperar una autoestima real. No ese espíritu malaguita tradicional que tanto nos ha perjudicado. El que ha cercenado el debate y la crítica, el que nos ha convertido en ciudadanos conformistas y pasivos. Con el sol y la Semana Santa ya éramos imbatibles, para qué cuestionarnos adónde vamos si ésa era la dirección de toda la vida y nos fue bien.

Ahora se da quizá la paradoja contraria. La periodista del Financial Times que estuvo aquí para hacer un reportaje con ocasión del décimo aniversario del Museo Picasso (espero que no viera ese día la peculiar celebración de algunos dirigentes del PP) pone el dedo en la llaga. Después de pasar por el Teatro Romano -seguro que no es el mejor del mundo-, la Alcazaba -cierto que hay palacios árabes con más cuajo-, el Centro de Arte Contemporáneo -de acuerdo en que no es el Guggenheim-, el Thyssen -admitámoslo se parece poco al auténtico-,ver las ratas callejeras del Soho, comprobar la espléndida programación cultural de la Térmica, darse una vuelta por los paseos marítimos o probar las hamburguesas de rabo de Toro que Dani García ha convertido en seña de identidad local y que no son excluyentes para acabar en el Wendy Gamba, no se explica por qué en estos momentos nos sentimos tan insatisfechos con esta realidad urbana. Es seguro que la ciudad e incluso la provincia no obtendrían un 10 de nota si se examinaran de las asignaturas que configuran las urbes más importantes. Pero tengo la misma certeza de que nunca bajarían del 8.

Por eso he disfrutado del privilegio de asistir a debates sobre cómo afronta Europa los desafíos de Estados Unidos o los países emergentes como China. Me han dado a conocer un anticipo de los dispositivos tecnológicos que transformarán la vida de cualquier ser humano en menos de una década. Y de postre, varios expertos internacional han profetizado que junto a Madrid y Barcelona, Málaga y Marbella liderarán las ciudades españolas en las que la recuperación será más rápida.

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