El desenfoque

raquel / Garrido

patio de colegio

NUNCA he tenido en alta estima el papel que algunas de sus señorías desempeñan en el Congreso de los Diputados. Digamos que me da la sensación de que está más que sobrevalorado el sueldo que cobran en proporción al trabajo que realizan. Pero eso es otro cantar y no es el tema que hoy me gustaría analizar, aunque sí viene a reafirmar la impresión que he tenido siempre acerca de muchos de ellos. La estampida que protagonizaron el pasado jueves, cual elefantes en una cacharrería, fue simple y llanamente impresentable e imperdonable. La imagen que proyectaron los diputados, a los que parecía irle la vida en salir corriendo del Congreso para empezar el esperado Puente de Todos los Santos, terminó de convencerme de que a esta gente les importa un bledo la enorme responsabilidad que los ciudadanos les han depositado con su voto. La prueba estuvo en que tras la última votación del día, sobre la reforma de las pensiones, la mayoría de los diputados no se quedaron ni a conocer el resultado de su voto ni a esperar a que el presidente de las Cortes, Jesús Posada, levantara la sesión. Apretaron el botón y salieron del Congreso como alma que lleva el diablo para empezar unos, seguro, merecidísimos días de descanso. Parecían colegiales a punto de empezar las vacaciones con una enorme sonrisa en sus caras y sin preocuparse en absoluto por disimular la prisa que tenían por coger el tren o el avión que les llevaría de vuelta a sus ciudades de origen. La diferencia es que no eran niños en un colegio y que por respeto a la ciudadanía y responsabilidad del papel público que ejercen no es tolerable su comportamiento. Por más que algunos de ellos se hayan querido defender en las redes sociales diciendo que tienen todo el derecho del mundo a querer volver a sus casas para estar con sus familias. Pero me encantaría saber qué hubieran hecho si, en lugar de trabajar en el Congreso y recibir un sueldo del dinero público, lo hicieran para una empresa privada en la que eso de salir corriendo en plena jornada laboral no está muy bien visto. Probablemente más de uno hubiera terminado en la calle. Aunque claro como son diputados todo vale y nadie les va a reprochar ese comportamiento que da una idea de la calaña que nos representa, aunque por suerte hay excepciones. La situación por la que está atravesando el país no es precisamente para dar saltos de alegría y, sin querer abusar de la demagogia, creo que sobra decir que los primeros que deberían dar ejemplo de sacrificio, responsabilidad y respeto son ellos. A los que hemos elegido para que nos representen en una Cámara seria, no en un patio de colegio.

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