La penúltima revuelta

Como ha explicado con cifras José Manuel Cansino, sin natalidad no hay futuro para las pensiones

Las revueltas y movimientos contestatarios, como saben los historiadores, no los inician los sectores más oprimidos y desventurados, sino precisamente aquéllos que pueden considerarse en relativa mejor situación, aunque al margen del grupo dirigente. Un ejemplo clásico es el de los mineros asturianos en 1934, quizá los trabajadores mejor pagados y atendidos de la época, pero en los que las ideas de revolución y dictadura proletaria habían prendido con fuerza. Hoy la gente se moviliza por otras causas, pero esa ley histórica sigue cumpliéndose. El malestar de las sociedades occidentales, sostenido en España por las llagas aún abiertas de la crisis, se expresa en periódicas irrupciones, la penúltima la de los pensionistas, sólo explicables cuando se absolutizan las necesidades o carencias de un concreto grupo social frente a los demás. Por razones obvias, todos queremos pensiones más que dignas, pero quizá convendría recordar que hoy la pensión media en Andalucía está en 826 euros, y es mayor en el conjunto de España, mientras que el sueldo de los jóvenes de entre 18 y 25 años que pueden trabajar se queda en los 354. La demagogia al respecto no concuerda con el hecho de que haya tantos y tantos pensionistas que aceptan una jubilación anticipada con merma de ingresos.

Lo que, desde otra perspectiva, me asombra es la ineptitud del Gobierno y del PP en este asunto. Tras haber perdido el voto joven y urbano, hoy en Ciudadanos, tras haber conseguido con gran esfuerzo, justo es decirlo, el aborrecimiento del voto católico y haberse enajenado por su timorata gestión del 155 el de muchos ciudadanos preocupados por la unidad de la nación y contrarios al desmadre autonómico, ahora consiguen que el decisivo granero pensionista, al que han mimado durante años, les dé la espalda y se movilice contra ellos. Es asombrosa tanta torpeza, pero las causas son siempre las mismas: el tratar de escurrir el bulto, la incapacidad para dar la batalla de las ideas, de oponer a la demagogia creciente de la izquierda algo más que números y apelaciones a una pretendida sensatez. Y siempre el miedo a hablar con claridad a la ciudadanía para no salirse jamás de lo políticamente correcto. En este caso, como ha explicado con cifras y con ideas José Manuel Cansino en La Razón, que sin natalidad no hay futuro para el sistema actual de pensiones.

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