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Rafael Padilla

Un poder incomprensible

YA les hablé, no hace mucho, de las agencias de calificación y del extraño papel que están jugando en el desarrollo de la crisis. Con independencia de su credibilidad, a la que después me referiré, resulta indudable la influencia de sus dictámenes en nuestras condiciones de vida presentes y futuras. El año ha comenzado con más de lo mismo: Standard & Poor's, que integra junto con Fitch y Moody's el triunvirato examinador, ha procedido a la degradación de la calificación crediticia de Francia y de otros países de la Eurozona. A estas alturas, únicamente restan cuatro estados de ésta -Alemania, Luxemburgo, Holanda y Finlandia- con la ansiada Triple A. No contenta con eso, S&P, al parecer muy contrariada por la escasa repercusión en los mercados de esta primera andanada de 2012, posteriormente también ha castigado al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF).

Como era lógico, las reacciones no se han hecho esperar. Sarkozy, enojado y con el orgullo herido, ha contraatacado afirmando que "no son las agencias de calificación de riesgos las que deben definir las políticas económicas". Menos comedido, Wolfgang Schaüble, ministro alemán de Finanzas, además de acusarlas de ignorancia, sugiere que les mueve más su propio afán de conseguir la atención pública -lo que a la postre les supone ventajas competitivas y pingües beneficios- que la solución eficaz de los problemas.

Aumenta el número de los que recelan de los propósitos de este auténtico monopolio auditor privado. Hay quien las considera un mero instrumento del ultracapitalismo. Otros vislumbran en sus maniobras un antieuropeísmo feroz. Se propugna por casi todos la creación de una agencia pública europea de calificación que, sin tantos lastres, desarrolle sus funciones de forma mucho más objetiva. Faltan -de esto tengo plena certeza- normas que permitan depurar las inmensas responsabilidades que de sus análisis, demasiadas veces inexactos, puedan derivarse.

Y es que santas y puras no son. Basta con leer el informe de la Comisión de Investigación sobre la Crisis Financiera (FCIC), creada por el gobierno de los Estados Unidos en mayo de 2009, para obtener una visión clara de sus muy discutibles prácticas. Allí se las identifica (a las tres) como "herramientas claves de la crisis". Sus errores, sus faltas de diligencia, incluso sus conductas fraudulentas y de connivencia con los mismos emisores de la basura que hoy nos ahoga, unidas a una sorprendente impunidad, fueron determinantes en el terremoto de 2008.

Eso es, al fin, lo que me desconcierta: que estemos entregando tan mansamente nuestro porvenir al criterio de sujetos tan poco recomendables, que no haya un juez o una ley que discipline su descarada ambición, que puedan seguir amparándose en la impune falibilidad de sus presuntas opiniones. Intocables, a salvo de todo miedo, gozan del incomprensible poder de masacrarnos.

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