La postverdad

Tenemos responsabilidad en esa docilidad, tenemos herramientas para huir de esta postverdad

Mejor no saber. Más cómodo, qué duda cabe. Porque saber supone un esfuerzo que no estamos en disposición de hacer. Ya saben: estamos en la era de la postverdad, la verdad alternativa, o como quieran llamar a eso que, sin eufemismos, llamaríamos, simplemente "mentira". La información es una de las víctimas del tiempo que vivimos. Está gravemente herida. Hemos mezclado todo, hasta confundir noticia con bulo, y le damos el mismo valor a lo que leemos en una periódico que a lo que publica cualquier iluminado en su blog. Y lo que es peor: las noticias no siempre responden a los criterios de veracidad, y se pliegan las más de las veces a intereses comerciales o políticos, sin ningún pudor.

Pero aterricemos: Venezuela. Hemos convertido a ese país en una dictadura, sin más. Lo hemos repetido una y otra vez, hasta que hemos terminado creyendo esa mentira. Porque Maduro nos podrá caer más o menos simpático, como Trump o Rajoy, pero se presenta a elecciones con otros candidatos. Como ha hecho ahora, ganando, por cierto, y sin que eso haya tenido eco en los informativos. Y es que esa noticia cuestionaría la postverdad, habría que explicar por qué un dictador se presenta a unas elecciones. Y eso no resulta conveniente.

Otro ejemplo: el atentado de Somalia. Es un espanto enorme: 315 víctimas mortales y 400 heridos, los testigos hablan de un "horror indescriptible". Sin embargo, cuesta encontrar la noticia en informativos y prensa escrita. ¿Por qué? ¿Acaso somos tan insensibles? No, la razón de que invisibilicemos esta noticia es que no encaja en nuestro puzzle, no cuadra con la postverdad. Porque a ver, ¿cómo explicamos que el terrorismo yihadista golpee de forma tan brutal en un país mayoritariamente musulmán? Para explicarlo habría que cuestionar muchas mentiras inoculadas, y no estamos dispuestos a tal cosa.

Así que vivimos alojados en la postverdad, muy cómodos, porque nos dan todas las respuestas, nos dicen qué banderas tenemos que ondear, qué consignas hay que gritar, quién es el enemigo, el maldito enemigo que atenta contra nuestro bienestar, contra nuestros valores, contra nuestra identidad. Y ondeando banderas y gritando consignas somos conducidos como borreguitos, dóciles, agradecidos, ignorantes. Una última cosa: tenemos algo de responsabilidad en esa docilidad, tenemos herramientas para huir de esta postverdad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios