Por mí primero

Ya hay un gran centro laboral que contempla aplicar la reducción de la jornada laboral: el Congreso

Como una cheerleader, Fátima Báñez animaba a las empresas a adelantar el fin de la jornada laboral a las seis de la tarde: "¡venga, sí se puede!". Cualquiera diría que es la ministra de Empleo y que, en lugar de quedarse en mandar ánimos, tiene la máxima responsabilidad en el Gobierno para promover este tipo de políticas en aras de la conciliación. Tal vez sea una de las señales de que estamos en un nuevo tiempo político, la legislatura de los pactos y las reformas sobre las contrarreformas. Ahora, en lugar de aplicar medidas sociales que vengan a paliar los recortes sufridos durante la crisis, nos contentaremos con que se anuncien mejoras que nunca se llevan a la práctica. Algo hemos avanzado.

Quizás sea derrotista no darle una oportunidad a la ministra de Empleo. Debe haberlo hecho muy bien cuando repite en el cargo. De hecho, ya hay un gran centro laboral que contempla aplicar la reducción de jornada para favorecer a sus trabajadores: el Congreso. Ahí los tienen, pioneros en cualquier modificación que acorte su horario y les ayude a conciliar, abnegados por el país. Este reconocimiento de derechos que se lleva a la práctica en modo "por todos los compañeros -los ciudadanos- pero por mí primero" no es nuevo en el campo de la conciliación. Para dividir el Pleno del Ayuntamiento de Málaga en dos sesiones se esgrimió, entre otros motivos, que los ediles tenían que conciliar y aquello duraba hasta bien entrada la noche. Se desconocen las medidas para racionalizar horarios adoptadas por este organismo para su personal de administración y servicios después de aquel cambio para los concejales.

Celia Villalobos, como gran experta en eficiencia laboral, aunque, sí, a veces hace algún break para descansar la vista cerrando los ojos o jugando al Candy Crush, ya está pensando en este tema. Ha propuesto a los trabajadores ociosos que hablen menos de fútbol en el curro para que les cundan más las horas y puedan salir antes. Sólo una mente preclara podría darse cuenta de que las oficinas cierran a las ocho por culpa de los empleados. Y de Cristiano.

Realmente, las jornadas de los políticos son largas y no tienen horario; deberían beneficiarse de estas necesarias medidas de conciliación como el resto de los ciudadanos pero que decidan empezar por ellos es una desfachatez.

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