La tribuna

jaime Martínez Montero /

¡Qué prisas!

SE dice que las prisas no son buenas consejeras. No debe ser cierto del todo cuando personas e instituciones de gran relevancia se sienten arrebatadas por las mismas y, llevadas de ellas, pretenden imponer grandes cambios sociales a toque de corneta. Me refiero en concreto a la entrada en vigor de la Lomce o ley Wert y a la celebración del referéndum o consulta catalana para la independencia. Dejo de lado el ridículo que se ha hecho con las becas Erasmus, pues se ha dicho casi todo.

La nueva ley de Educación aún no está aprobada. Se ha cedido algo en el retraso de la aplicación de las reválidas, pero no en el calendario de transformación de los cursos impares de la Educación Primaria y la Secundaria. El 1 de septiembre próximo comienza la nueva ordenación, y para entonces hay que sacar los decretos de ordenación, de determinación del currículum común y otro conjunto de normas que pongan en tierra el contenido de la ley (por ejemplo, lo concerniente a la evaluación de los alumnos). Una vez que esto lo haga el Ministerio, las CCAA han de desarrollarlo a su vez, en normas autonómicas de idéntico rango y que también requieren de sus plazos de elaboración, consulta, etc. ¡Si es que no da tiempo!

No sólo es el desarrollo legislativo. Detrás de la aprobación de los currícula viene la elaboración de los nuevas materiales. Se ha de esperar no sólo a lo que diga el Ministerio, sino a que desarrollen su propia parte los gobiernos autonómicos. A partir de ahí las editoriales y, en general, los fabricantes de material escolar, han de elaborar nuevos libros de texto, cuadernería, colecciones de rotafolios para las pizarras digitales, diversas aplicaciones informáticas, etc. Y cuando los elaboren, cosa que no se hace en un rato, los tienen que presentar ante las autoridades para su depósito y aprobación, lo que requerirá de más tiempo añadido: modificaciones, alegaciones, cambios, etc. Y luego a editar e imprimir, llevar la oferta a los centros… ¿Cómo se va a poder hacer todo esto en tan pocos meses?

No es únicamente lo anterior, que ya es mucho. Es que parece que no se prevé ningún tipo de actuación preparatoria de la aplicación del nuevo sistema. No hay nada que explicar, ni que cambiar. No se establece tiempo para la información, para el estudio y la mejor realización de los cambios. ¿Qué reforma es la que trae la ley que se aplica sin más, al llegar el 1 de septiembre? Se le da un tratamiento semejante al vencimiento de un recibo o de una letra de cambio. Parecía que el asunto más mollar de la reforma eran las reválidas. Éstas se han retrasado. ¿No podría desplazarse también un año el comienzo de la nueva ordenación académica?

Con la fecha de la consulta catalana y el contenido de la pregunta que se proponga ocurre lo mismo. Hay que ir a toda pastilla. Todo tiene que hacerse para que se lleve a cabo en el año 2014, y en torno a la fecha del tricentenario de la conquista de Barcelona por las tropas borbónicas. Un observador alejado de este clima agobiante pensaría que es que si no se celebra el referéndum en esa fecha habría que esperar que pasaran otros cien años, pues tal asunto parece unido al cumplimiento de centenarios exactos. Todo muy deprisa, con mucha confusión, sin que dé tiempo a poner las cosas en claro, sin que las personas sepan a ciencia cierta qué votan y qué consecuencias trae ese voto. Echar una papeleta un domingo por la mañana es acción suficiente para desgajar millones de habitantes, separar miles de kilómetros cuadrados, caer en graves perjuicios económicos.

Se va a votar una partición cuando no están hechas las partes. Se tiene que decidir en semanas el contenido de una pregunta que debe llevar esperando cientos y cientos de años. ¿Y qué ocurre si no se cubren los plazos? Me imagino que tal hecho se convertiría en un agravio más, terrible e imperdonable, que España infligiría a los catalanes. ¿Está la gracia del asunto en que la concepción de la pregunta quede indisolublemente unida a una estación del año? Debe ser que soy mayor, pero si algo he aprendido de la vida es que cuando algo se plantea a vida o muerte y con tantas prisas, detrás hay una trampa. Si no se da tiempo es que no se quiere que haya pensamiento y reflexión.

En el desarrollo del arte pictórico tuvo una influencia determinante Jan van Eyck, que, en el siglo XV, perfeccionó la técnica de la pintura al óleo y el uso de los barnices. Gracias a ello los cuadros de los grandes maestros han llegado a nuestros días en perfectas condiciones. ¿Cuál fue el secreto? Antes de esa nueva técnica se utilizaba la pintura al fresco, que se secaba muy deprisa. Por eso había que pintar muy rápido y no daba tiempo a rectificar casi nada. El óleo, en cambio, tarda semanas en secar. Ello permite que se introduzcan alteraciones, que se mejoren los puntos débiles, e incluso que se puedan hacer transformaciones extremas si se veía que la idea no se había expresado bien.

¿Se me entiende?

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