Una prórroga

Susana Díaz gana tiempo, pero dos dimisiones no bastarán para alejarse del borde del precipicio

La presidenta de la Junta, Susana Díaz, optó el martes por la vía clásica cuando las crisis entre Administración y ciudadanía se agravan: elegir un par de cabezas de turco entre los rangos intermedios para calmar con ello a la masa mientras la estructura de poder sale indemne en lo esencial. Por supuesto, el movimiento se camufló, o eso es lo que parece, a través de dimisiones y no es de extrañar que en el futuro se compense a los sacrificados como suele acontecer en estos casos. El panorama no acaba de aclararse sin embargo, y eso porque el incendio que se inició en Granada con el tema de sus dos hospitales y que se ha expandido por varias provincias va mucho más allá de una simple barbacoa que se apaga echándole un vasito de agua. No, es un fuegazo de los buenos, como el del caserón de la Rebeca de Hitchcock, y apunta a un problema en realidad de fondo, centrado en el hecho casi inverosímil de que el Partido Socialista andaluz y sus allegados, a pesar de las bajadas electorales sucesivas y del malestar de millones de andaluces con su gestión, ha llegado a creerse a pies juntillas su propia propaganda. Es decir, que en cierto modo viven dentro de un mundo feliz con doblez, donde se dicen cosas puras y nobles ante las cámaras como si el espectador fuese imbécil y luego se hacen otras muy distintas por atrás mientras se mira hacia otro lado. Una falsa utopía susanista y postgriñanchavista, con su particular acento duraniano aquí en Córdoba, donde la meritocracia se relega y lo que cunde es el premio a la lealtad ovejuna, a la docilidad interesada y a la asunción cacareante del dogma. Visto así el panorama, de la decisión de ayer de la Junta no se puede esperar que sea mucho más que una prórroga que le permita a la presidenta pensar más o menos tranquila en lo que en verdad ahora le importa: si entrar o no en la lucha por el liderazgo nacional. Aquí, sin embargo, se quede la doña o se vaya tras sus ambiciones, el PSOE caminará salvo cambios profundos al borde del precipicio y agarrado como siempre a su gran aliada: la nulidad de un PP andaluz madrileñodependiente y líquido que si alguna vez gobierna quizá lo haga por demérito ajeno y no por mérito propio. El rey está en cualquier caso desnudo y no creo que dos presuntas dimisiones de medio rango basten para vestirlo.

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