Desde el fénix

José Ramón Del Río

La puntualidad

CONFORME uno va ganando en edad (¿será cierto que cumplir años es una ganancia?) no sólo nos volvemos más puntuales, si no lo éramos, sino que también apreciamos más la puntualidad de los demás. Puede convertirse eso de la puntualidad en una obsesión que, no sólo te hace esperar siempre a los demás, sino que además te consume en interminables esperas. Es de envidiar al que siempre llega el último, aunque no dejemos de alegrarnos, sin caridad, cuando nos enteramos de que, en ocasiones, pierde el barco, el tren, el avión o cuando encuentra la ventanilla, con el rotulo de "cerrado". Aunque también, el habitualmente retrasado tiene una utilidad para los demás, porque su llegada es señal de que se puede comenzar. Así ocurría en Jerez, en algunas cacerías, donde, cuando llegaba el siempre "tardón", otro compañero de la partida decía:

-¡Ya ha llegado Pepe; podemos sortear! En la seguridad de que era siempre el último

Dicen que los españoles no somos muy puntuales. Los que deben serlo son los británicos. De ahí lo de " puntualidad británica". Sin embargo, hay dos cosas en España que tienen fama de puntuales: los toros y los entierros. Hoy, además, tenemos otras cosas puntuales, como son los servicios ferroviarios del AVE, que se obliga de tal modo a ser puntual que llega a devolver todo o parte del importe del viaje cuando se retrasa más o menos del tiempo establecido. Aunque sea una referencia local, tengo que hablarles de los servicios del barco catamarán que cubre el servicio marítimo entre Cádiz, El Puerto de Santa María y Rota, realizando muchas travesías durante el día, y en el que viajamos los que viviendo en unos de esos sitios, trabajamos en el otro. Por la breve duración del viaje no hemos llegado a las confraternizaciones de aquella serie televisiva Vacaciones en el mar, pero los habituales formamos tertulia y saludamos al capitán que nos da la bienvenida. Este maravilloso servicio, que nos evita el uso del coche y la búsqueda y pago del aparcamiento, sólo tenía un pequeño defecto: la impuntualidad, debida, casi siempre, al estado de la mar. Sin embargo, ha bastado para que elogiáramos a uno de los capitanes su puntualidad para que, no sólo lo fuere con malos mares, sino, también, para que el otro siguiera su ejemplo. De ahí que yo saque la conclusión, aunque no soy sociólogo, de que no siempre es cierto el refrán "dime de lo que presumes, para saber de lo que careces ", sino que, viendo virtudes en las personas y elogiándoselas, llegan a adquirirlas.

Se ha dicho siempre que la puntualidad es la cortesía de los reyes. Es cierto por que los reyes suelen ser personas muy bien educadas, ya que tuvieron todas las oportunidades para recibir más lecciones de urbanidad que el resto de los mortales. Pero a lo que hay que aspirar es que la puntualidad sea la cortesía de todos nosotros.

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