Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

El Consejo de Ministros aprobó el viernes pasado, con cierta nocturnidad y bajo la alegría de los datos del paro del mes de mayo, el Real Decreto que permitirá que la chavalería se saque el título de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) aún teniendo dos cates en el morral. La norma va incluso un poquito más allá, y según consideración del PSOE bien asumida por el PP, autoriza que puedan pasar de ciclo alumnos cuya media se encuentra por debajo del cinco siempre y cuando sus dos suspensos "reglamentarios" no sean al mismo tiempo Lengua y Literatura y Matemáticas. Es decir, que si tienes un 4,7 de media con un penco en Física y Química y otro en Geografía e Historia puedes pasar con total tranquilidad, pese a que no te sepas ni la fórmula de la velocidad ni qué leches es el sector terciario. La disposición, como ya se ha dicho por activa y por pasiva, atenta contra la cultura del esfuerzo y promueve una bajada del listón que -no todos por fortuna pero sí los más vagos- aprovecharán para especular aún más bajo el mandato de la ley que mejor conocen: la del mínimo esfuerzo. Supongo que el objetivo del Gobierno en este asunto es evitar que chavales de nivel medio-bajo se queden varados en la ESO y encuentren una vía para seguir adelante y enderezarse en cursos superiores donde las asignaturas tienen un mayor carácter optativo y no hay que apechugar con esa materia imposible que ni te gusta ni entiendes. Un problema que existe, no lo dudo, pero que se podía haber solventado de mil modos distintos. Porque lo que se ha hecho al cabo es transmitirle a los chicos la idea de que el Estado es patriarcal, afectivo y clemente, algo que nadie se cree y que al final los chavales generosamente aprobados pagarán. Porque en la vida lo único gratuito es morirse, e incluso hay que pagar el ataúd. O sea, que ni en la calle hay clemencia ni el Estado es clemente cuando llega la hora de meter la dentellada en las cuentas para cobrar el diezmo. Así que bien harán los chavales del 4,7 es no creerse que el futuro será esa regalía porque bien carito lo pagarán. Que no se crean que la vida es esa sonrisa patriarcal y flemática de Méndez de Vigo porque en realidad se parece más a la sonrisa esquinada y pelín ladina de Cristóbal Montoro en esas noches secretas en las que diseña los futuros impuestos que los habitantes de la vida real habremos de pagar.

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