El récord más amargo

Quizás el parámetro que se repite es la convivencia con un ser que cree que la vida de ellas le pertenece

La pasada semana tuvo lugar en España el día con más mujeres asesinadas por sus parejas desde que se tienen datos. Cinco mujeres, cinco realidades que ya no están, cinco familias destrozadas, cinco víctimas inocentes. Y probablemente muchos en su entorno se preguntarán: ¿pude haber hecho algo por ellas?, quizás sí pero ahora ya es tarde, demasiado tarde. Es, sin duda, la más triste serie estadística que un país puede ofrecer al mundo y nos debe hacer reflexionar si nuestros actuales modelos educativos y sociales han dejado de ser adecuados en este campo. Sin embargo, las naciones más desarrolladas siguen teniendo una tasa de mujeres asesinadas incontrolable, e incluso los propios países nórdicos duplican lo ocurrido en España, por tanto no parece que sus estrategias sirvan de referencia.

Si analizamos la forma de vida de las mujeres asesinadas no encontramos patrones comunes: las hay sin estudios y con ellos, trabajadoras y desempleadas, con familias estructuradas y desestructuradas, con historiales de violencia y sin antecedentes conocidos. Por ello es tan compleja su prevención. Quizás el parámetro que se repite es la convivencia con un ser que cree que la vida de ellas le pertenece. A partir de ahí, se va tejiendo una red a su alrededor que las aísla como personas y que dificulta aún más el que alguien pueda saber lo que ocurre. Se trata por tanto de la anulación sistemática del libre pensamiento y del confinamiento en vida, con el horizonte de la muerte como castigo final. Lo que sí pudiera cumplirse en estos individuos es la teoría de la imitación, llegando a pensar que el asesinato es una forma tolerable de acabar con las personas. De ahí que sorprenda tanto como los medios de comunicación tratan estas noticias, con total profusión de datos sobre los homicidios pero no tanto sobre las penas impuestas a sus responsables. Quizás deberían conocerse mejor las penurias de los condenados y su choque de realidad al verse entre rejas, porque esto no animaría tanto a la susodicha imitación.

Al final, son los celos exacerbados y el deseo de sometimiento humano los que pueden llevar a esos descerebrados a convertirse en asesinos. Descubrirlos a tiempo es tarea de todos, porque como diría el famoso médico y escritor Gregorio Marañón: "Los celos son siempre el instrumento certero que destruye la libertad interior y elimina en la compañía toda la felicidad posible."

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