La esquina Miki&Duarte

josé / aguilar

Un relevo generacional

LAS elecciones del 22-M van a consagrar el relevo generacional que, por distintas causas convergentes, se ha producido en la cúspide de la política andaluza: los candidatos de las principales fuerzas en liza son mucho más jóvenes que quienes les precedieron en la ambición por gobernar esta comunidad autónoma.

Por orden de implantación electoral y parlamentaria previa. El candidato del Partido Popular, Juan Manuel Moreno Bonilla -llamadme Juanma- se someterá al veredicto de las urnas con menos de 45 años, diez menos de los que tenía Javier Arenas -llamadme Javier- la última vez que aspiró al mismo cargo, en 2012. Es de todos el más coetáneo de su predecesor.

La actual presidenta, Susana Díaz, culpable única de que las elecciones sean un año antes de tiempo, cumplió 40 años el pasado otoño. Quien le antecedió en la candidatura -y le puso donde está-, José Antonio Griñán, fue número uno de la lista socialista en 2012 con 65, cercano a los 66. Un cuarto de siglo de distancia, es decir, un cuarto de siglo de diferencia en vivencias, trayectoria y biografía política.

El tercer hombre en la política regional última, Diego Valderas, encabezó la candidatura de IU que más poder ha dado a la coalición con 59 años. Su sucesor en el empeño, y candidato también a la Presidencia de la Junta, José Antonio Maíllo, tendrá 48 el 22 de marzo. Once menos que Valderas. Finalmente, Teresa Rodríguez, que será la candidata de Podemos tutelada por Pablo Iglesias, acaba de cumplir 34 años. No hay referencia interna con la que compararla, por razones obvias, pero basta decir que es insultantemente joven.

¿Esto es bueno o es malo? En sí mismo, ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. Que los candidatos de hoy sean más jóvenes que los candidatos de ayer sólo quiere decir, en general, que han vivido menos y tienen menos experiencia y sabiduría, y que tienen más energía y entusiasmo. Pero ninguna de estas características constituye un valor absoluto. Lo único que cabe es desear que esta juvenilización de la clase política al máximo nivel traiga consigo una renovación de la forma de hacer política, que falta hace. Nuevos métodos, nuevas prácticas y nuevas actitudes. Para mejor, claro. Es lo que necesita la autonomía andaluza.

Por lo demás, ya se sabe que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo. La vejez, por el contrario, no se cura con nada. Ni siquiera con el poder.

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